Juan García de Quevedo / Pamplona

AutorJuan García de Quevedo

La feria de San Fermín en Pamplona es cultura pagana, fiesta de vino donde la noche y el día desaparecen. Correr detrás, delante, al lado de la muerte astada.

Pamplona es un impulso donde vida y muerte corren de la mano buscando una tarra de vino.

Es Pamplona desmesura absoluta donde los cuerpos cansados de besos y alcohol, carnes duras de jóvenes aventureros, se duermen sin pensar amanecer, en cualquier parque o cualquier banca.

Una semana de jóvenes que buscan, borrachos, burlar la muerte, centro de impunidad donde sólo los toros tienen una lógica, una racionalidad: la suya, es decir, correr en estampida por los callejones tratando de embestir todo lo que se atraviese en su camino, mientras los corredores los conducen a la plaza, no sin antes haber invocado con el mayor fervor la protección del capote de San Fermín para alejar de sí la tragedia que puede darse en cualquier momento.

Y después, a beber y bailar, bailar y beber, más toda la desmesura posible. Una desmesura que invade incluso la plaza de toros, donde el torero se juega la vida, mientras el público canta, come y se emborracha. La sacralidad del torero queda reducida a casi nada y eso que se enfrenta a toro grande y fuerte, con dos pitones tan largos como dos machetes.

En Madrid, y en la mayoría de las plazas, el público guarda un silencio respetuoso ante toro y torero, un público culto de aficionados que saben y entienden los méritos y deméritos de una faena. En cambio en Pamplona la fiesta adquiere toda su arquitectura pagana.

Se dice que Curro Romero toreó una sola vez en Pamplona y no quiso regresar, porque el público no tenía ninguna disposición para vivir el arte con respeto y en silencio.

Por supuesto que Curro Romero era la solemnidad desde que se levantaba hasta que se dormía, pero también otros toreros se han negado a ir a Pamplona, entre otras razones porque los toros son tocados por esa multitud que corre a su lado, y según la ortodoxia, el toro bravo debe vivir solo, como rey, hasta que llegue a la plaza.

Muchos consideran una falta de respeto al toro y al torero ese...

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