Juan García de Quevedo / El suicida

AutorJuan García de Quevedo

Yucatán, Estado tranquilo, amable y generoso, con la hermosa Mérida, donde se puede vivir y no solo sobrevivir, sorprende con la cantidad de suicidios.

¿Qué clase de demonios entran de repente en las entrañas del hombre, que lo llevan a situaciones extremas como no querer vivir? Hombres sanos, con ideas y muchas ideas en la cabeza, de pronto deciden dejar de estar aquí, en el mundo. Insisto, hombres talentosos, que no tienen ninguna enfermedad ni dolor físico insoportable. Hombres capaces de soportar su fracaso, la liquidación de sus sueños, e incluso hombres capaces de amar tanto, resuelven un día, con toda serenidad, dejar de estar presentes.

No es la maravillosa frase de la santa, que nos dice: "Muero porque no me muero". No es un místico cansado de esperar el Apocalipsis que tarda tanto en llegar. Tampoco es el hombre que se encuentra por vez primera ante el absurdo ni el espíritu melancólico que espera a la amada siempre ansiada, y la posibilidad de iluminarse y llenar páginas y páginas con poemas soñados y nunca escritos. Tampoco el filósofo que está perfectamente consciente que no hace otra cosa que repetir a sus autores preferidos. Es un hombre común y corriente, con una vida de pequeñas alegrías y pequeñas infelicidades, un hombre cuyos sueños no exigían más que un poco de voluntad y rigor.

Un hombre, como hay millones, que no destaca por su maldad ni bondad ni inteligencia. Uno cuyo vicios son tan menores como su persona y que no tuvo siquiera la gracia de una gran desesperación o una terrible angustia. Un hombre que no sufrió ni engañó ni desengañó, un hombre que no aspiró a deletrear el infinito, ni siquiera a pensar en él.

Sin embargo, ese hombre tiene meses cansado de ver atardeceres y de evitar conversaciones y debates sobre lo que anuncian los periódicos. A este hombre común y corriente el mundo dejó de interesarle. Nada tiene que reprocharle al mundo y nada a los seres humanos, que puede identificarlos con nombre y apellido. Se da, como última oportunidad, una visita al psiquiatra y éste no descubre ninguna depresión severa, sólo le aconseja viajar y quitarse esas...

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