Juan García de Quevedo/ Primero de mayo

AutorJuan García de Quevedo

No hay alternativa: el sindicalismo y el movimiento obrero están a revisión. De los tiempos heroicos en que la clase obrera era el sujeto de toda transformación a los actuales en los que esta pesa cada vez menos en el orden político y social existe un abismo notable. Antes era impensable un discurso que no tuviera como eje central a la clase obrera, hoy un discurso en esos términos es impronunciable. Anarquistas, anarcosindicalistas y marxistas hacían del movimiento obrero objeto privilegiado de reflexión para pensar y decidir el mundo.

El mundo del trabajo lo inspiraba todo, el mundo del trabajo todo lo quería decidir. Todas las versiones del socialismo partían de una concepción sobre la clase obrera. En el mundo y en nuestro país las organizaciones obreras eran poderosísimas, pero poco a poco con la velocidad de la revolución científica e informativa el capital encontró nuevas y mejores formas de existir, hasta lograr una hegemonía casi absoluta. Los términos cambiaron radicalmente; hoy el lenguaje obrerista casi olvidado deja su lugar a concepciones de la realidad en los que la clase obrera ocupa un lugar más que secundario, siendo la desigualdad social el asunto mayor; este asunto ya no tiene su centro en el salario y el sindicato. Hay más pobres: los que no tienen trabajo ni forma de conseguirlo, y en el peor de los mundos posibles se encuentran aquellos que aunque quieran no pueden trabajar.

Hace tiempo que los obreros tienen una sola reivindicación y consigna: estabilidad en el trabajo. De aumento de salarios ni hablamos, de huelgas hace tiempo que quedaron en el archivo de los recuerdos. Ahora para trabajar hay que saber y el que no sabe pues sencillamente no trabaja.

La revolución en la educación modificó y alteró todo lo relacionado con el mundo del trabajo. Las banderas rojas y los puños cerrados quedaron en el recuerdo; las banderas rojinegras que declaraban una huelga muy pocos obreros jóvenes las conocen. El mundo se fue para otro lado y nada ni nadie parece tener la fuerza para detenerlo; hoy en día incluso los guerrilleros, como Marcos, no tienen una palabra para los obreros. Los partidos de izquierda, como el PRD, poco se acuerdan de ellos. El mundo político de los trabajadores cancelado; tan es así que el...

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