Juan García de Quevedo / Los escritores

AutorJuan García de Quevedo

Si el hombre es el conjunto de las palabras que pronuncia, necesitamos un diccionario que defina de una vez por todas qué significan las palabras. Por ejemplo la palabra "populismo": veo que diferentes personas la utilizan de manera distinta y le dan un sesgo diferente.

También se requiere un diccionario porque el lenguaje se va perdiendo y olvidando a una gran velocidad. Por ello necesitamos igualmente oradores y escritores para que hablen y escriban mucho. Yo he tenido la fortuna de ser amigo de algunos escritores profesionales a los que he visto pasar ocho horas sentados, escribiendo y tachando, corrigiendo para volver a corregir. Después sale el libro que leerán algunos pocos, muy pocos, y se quedarán con la gloria de algún premio o alguna cita de su trabajo en una revista especializada.

La gloria es poca, muy poca, pero lo cierto es que no escriben por la gloria, escriben porque les gusta escribir. Escriben cuento, novela, poesía, ensayo, en fin, son escritores por vocación y profesión. Lo extraño es que una vez publicado el libro, se venda o no se venda (generalmente no se vende), noto una especie de tristeza por el libro escrito como si un hijo se fuera de casa e iniciara un largo viaje.

Los que conozco tienen todo un diccionario metido en la cabeza, lo cual les permite que su bosque conceptual tenga cientos de miles de árboles y cuando exponen un tema es una delicia escuchar esas olas de palabras que no terminan y vuelven inagotable el tema. Tienen en su cabeza a todos los autores y permítaseme la evidente exageración: parece que todo lo han leído, por tanto el grado de complejidad de su pensamiento es grande, con la extraordinaria posibilidad de hacer de la historia del pensamiento la historia de su argumentación. Juntan pasado con presente y nos hacen una verdadera historia de la palabra poética, del ensayo político, con la contundencia de su argumentación.

Y luego viene lo dramático: miles de páginas para nadie, es decir, para nada. Algún comentario de algún amigo de profesión y luego también la lengua o pluma agria, ácida, mezquina, que califica el libro como una obra menor, prescindible.

El libro como una casa deshabitada. Estos musculosos escritores publican una y otra vez para...

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