Juan García de Quevedo / El Papa Francisco

AutorJuan García de Quevedo

Para el padre José Ricardo Sánchez Gil.

Me eduqué con los Maristas y los Jesuitas. De los Maristas recibía las ganas de vivir a plenitud mi infancia, cumpliendo con al catecismo del Padre Ripalda y con la gramática.

Maestro memorable, don Víctor V. Lorenzo. Mente sana en cuerpo sano, con ellos fui infinitamente feliz. En secundaria me cambiaron con los Jesuitas, y mi asombro fue fenomenal: del catecismo de Ripalda a San Agustín, de maestros deportistas a maestros lectores que me metieron en un mundo complejo, complicado y contradictorio con lo que había sido mi historia.

Jorge Alonso fue el que más caló en mi formación. Sabía tantas y tantas cosas que me parecía imposible vivir sin saberlas. Así cambió fundamentalmente mi vida. Leí desordenadamente cuanto autor mencionaba y luego, en una estancia en Río Hondo, en la Ciudad de México, donde se encontraban el filosofado y el teologado, entré en contacto con jesuitas centroamericanos cuyo compromiso con los pobres era radical, quienes mantenían como máxima "Cristianos por el socialismo".

En ese entonces leí a Leonardo Boff y a algunos otros teólogos de la Liberación que me llevaron de forma directa al marxismo, desde entonces, y hasta la universidad. Aparte, en la UNAM no había otra doctrina que gozara del privilegio de ser hegemónica. Conocí a Wenceslao Roces, traductor de Marx, y cuyas clases de materialismo histórico eran una delicia.

En fin, esto fue a grandes líneas mi vida, pero una cosa se me quedó grabada: no hay jesuita que no sea inteligente. Todos lo son en alguna materia precisa, unos conocen a Martin Heidegger de arriba abajo, otros a Kierkegaard, otros a Suárez -el filósofo de la compañía-, otros a Teilhard de Chardin, poeta, antropólogo, filósofo, a quien es un deleite leerlo; otros a Hans Küng, y así, hasta el último estante de todo lo que se ha escrito, pensado y dicho. No hay jesuita tonto, todos son brillantes y algo más, radicales. Radicales en lo que piensan y en lo que creen.

Por ello, me felicito de que por fin haya un papa jesuita, y más todavía de que sea latinoamericano. Como los jesuitas que, con...

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