Juan García de Quevedo / Regresar la historia 2

AutorJuan García de Quevedo

Socialismo más democracia más libre mercado no han logrado ni remotamente la igualdad prometida. En principio porque eso de socialismo sale sobrando, ya no tiene cabida en ninguna de sus modalidades. Ya sea socialismo libertario, socialismo democrático, socialismo tercerista, etcétera. Lo que sucede es que el socialismo es una palabra lo suficientemente fuerte para no desaparecer de pronto.

Aquí, en América Latina, le llamamos izquierdismo y nos quitamos todas las complejidades y enredos que significa el socialismo.

Al socialismo podríamos llamarlo mejor Estado de bienestar, que implica derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la jubilación, es decir, una sociedad lo suficientemente fuerte que evite la pobreza aunque profundice en las desigualdades. Insisto, el Estado de bienestar solo puede darse con una fiscalización progresiva, es decir, que el que más gane pague más al Estado, contribuya con más dinero para lograr esos derechos esenciales del Estado de bienestar y eso sí se puede. Sin embargo, el atractivo de los políticos es proponer justamente lo contrario: pagar menos impuestos y si es posible, que los impuestos sean mínimos. Esto implica que, salvo excepciones verdaderamente excepcionales, en una democracia los partidos jamás prometerán subir los impuestos para tener una mejor salud, educación, más salario y menos horas de trabajo. La realidad es que la parte esencial de la democracia es más salario y menos horas de trabajo, impuesto progresivo al capital, etcétera, pero aunque esto se dé en contados países de Europa, este sueño está por desaparecer del mapa político; esta es una de las muchas utopías de la sociedad feliz (por cierto, en Finlandia se demostró que el hombre es más productivo trabajando seis horas que trabajando ocho horas).

Todo parece indicar que el mundo de las utopías se quedó para siempre petrificado en los libros; la hegemonía del sector financiero puede todo y parece inagotable. Si a eso agregamos la robotización que avanza con gran rapidez, resulta que nos quedamos sin alternativa. El siglo 20 quedará como un siglo de profecías fracasadas, de gobiernos totalitarios, de guerras terribles y cientos de millones de cadáveres abonando esta tierra de Dios.

Es claro que la palanca que llevó a todas las discusiones sobre los socialismos, anarquismos y todas las ideologías que planteaban un mejor porvenir para el hombre fueron los sindicatos. Todavía con ellos había la promesa de un mundo más humano, donde el...

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