Juan García de Quevedo / Los sanfermines

AutorJuan García de Quevedo

Para el Dr. Adalberto Gómez Rodríguez

Los toreros son como el vino, te gustan o no te gustan. Al margen de fechas y marcas, luego viene el mercado y los vinos caros resultan ser mucho mejores que los baratos. Sin embargo, se prueba cualquier vino y se ve cualquier corrida. Todos los toreros son diferentes porque tienen habilidades y personalidades distintas. Unos son valientes hasta extremos impensables, otros son artistas, otros son artistas y valientes y con una gran personalidad. Y precisamente esos son los que más cobran.

Ahora tocan los "sanfermines" donde una multitud lleva a los toros de los corrales a la plaza, corriendo a gran velocidad y con el riesgo de ser cornados, golpeados y todo lo que puede hacerle un toro de 560 kilos a unos hombres que pesan 70 y máximo 80 kilos. Jóvenes de todo el mundo van a Pamplona a vivir esa emoción de correr delante de las astas de un toro. Hemingway los puso de moda para el mundo. El espectáculo es único. Al término de la corrida se da el parte médico de los lesionados y hospitalizados. La plaza se divide en dos: Sombra, donde la gente guarda toda o casi toda la educación que debe guardarse en una corrida de toros, y Sol, a donde asisten las peñas que bailan, beben, cantan y pueden fácilmente pasar de lado la lidia de un toro y el arte de un torero. Ellos cantan "La chica yeyé", "Pobre de mí" y lo cantan a todo pulmón, se llenan de vino y luego lo comparten rociándolo o mejor dicho, prácticamente bañando a quienes les quedan cerca. En Sol se bebe y se baila sin límites, las mujeres hermosas con sus camisetas llenas, repletas de vino rojo o blanco o cerveza, insinuando sus cuerpos jóvenes y hermosos. Es una verdadera paganización de la fiesta, sin el silencio y compostura que se merece un hombre que se juega la vida. Pero así es la tradición y la tradición se respeta.

Curro Romero sólo toreó una corrida en la Feria de San Fermín y salió espantado de Pamplona. Acostumbrado a la solemnidad de la guitarra flamenca o al baile por sevillanas, no pudo soportar que la liturgia dura y pura del toreo se realizara entre cánticos de la chica yeyé.

En Pamplona la camisa y pantalón blancos, con una especie de pañuelo rojo en el cuello, es la vestimenta tradicional pera la novedad es que la vestimenta de Sol puede ser y es todo lo estrafalario que se quiera y algo más: en el cuarto toro viene la hora de la comida y en ese toro se mira mucho más la chistorra que lo que pasa en el ruedo. Por eso el cuarto toro es...

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