Juan García de Quevedo / De la soledad a la reflexión

AutorJuan García de Quevedo
  1. - La soledad es buena compañera porque te permite oír los ruidos del mundo y sus impostores y sus imposturas. La soledad, aunque parezca agónica, es capaz de resucitar a cualquier muerto en vida. La soledad es lo único que te hace despreciar al mundo y los bienes el mundo con sus hombres incluidos. La soledad te lleva a pensar que todo es prescindible menos los absolutos y paradójicamente que los absolutos no existen. Que son una invención macabra de filósofos y teóricos. La soledad junto a una chimenea y una botella de whisky, con muchos libros que faltan por leer y muchos que nunca se leerán, habita tu mundo en esa caverna oscura de las preguntas esenciales.

    Pienso que Jesús, el Cristo, siempre estuvo solo. Solo porque nadie lo entendía y parece que ni sus apóstoles. Por ser plenamente hombre, solo murió, crucificado. Jesús vivió solo, tratando de salvar al mundo. Los judíos, su pueblo, nunca lo entendieron; iban en direcciones contrarias: uno quería la salvación eterna y los otros la salvación en la tierra. En Jesús, su crucifixión es el acto de la mayor y misteriosa soledad.

    Algunos hombres buscamos la soledad, la buscamos porque queremos hallarnos, en ese secreto esencial de por qué somos lo que somos. Qué hay detrás para intuir qué hay adelante. En la juventud, a los hombres los distraen las mujeres hermosas; en la madurez también, como un acto de reafirmación. Cuando las barbas son blancas, preferimos la conversación inteligente y clara, leemos, escribimos y sólo terminamos cuando el gallo cantó tres veces y la mañana empieza. Insisto, la soledad es agonía y resurrección.

  2. - Mis opiniones sobre el mundo son tajantes. La derecha hoy hegemónica sufrirá una gran sacudida porque sencillamente los muchos no pueden sufrir tanto por el poder de los pocos. Hoy en día en nuestro México todos los partidos son de derecha, unos más y otros hasta el extremo. Nunca hasta donde recuerdo el dinero había sido parte tan importante, tan fundamental, del músculo de la política. Salinas, por ejemplo, decía eventualmente cosas inteligentes e hizo cosas inteligentes. Pero su inteligencia no supone su riqueza acumulada con sus socios y esto derrotó a Carlos Salinas. Zedillo fue un gran matemático de los sentimientos humanos y nos hizo pagar a todos la quiebra...

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