Juan Pedro Oriol / Horror y terror

AutorJuan Pedro Oriol

Contamos muertos por decenas y nos han acostumbrado a asesinatos altamente inusuales y cotidianos. Las dos últimas semanas han sido especialmente difíciles para México. Asesinar a sangre fría a niños y mujeres inocentes es un acto cobarde perpetrado por seres que poco o nada pueden tener de humanos.

Desde Chihuahua, la noticia de la familia LeBarón corrió por todo el país, provocando una ola de indignación y dejándonos hasta hoy estupefactos.

La historia de los niños sobrevivientes al ataque, que caminaron más de 15 kilómetros cargando a sus hermanos heridos, y luego las imágenes de la camioneta calcinada junto con los videos de los niños recibiendo atención en el hospital, son tremendas, desgarradoras. Y es día que siguen las indagatorias y nadie cuenta la verdad, será porque no se sabe o porque no se quiere contar.

La historia de esta familia se remonta a finales del siglo XIX, cuando su patriarca formó parte de la ola de rebeldes religiosos mormones que se mudaron desde Utah, Estados Unidos, a valles rurales -hoy zonas turbulentas- de los estados de Chihuahua y Sonora para practicar libremente la poligamia, ya que su iglesia, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la prohibía.

Con los años fueron creciendo y volviéndose exitosos agricultores de nueces, chile, alfalfa y granada. Y con el tiempo formaron una comunidad de unas 5 mil personas, destacando tres ramas familiares: los Langford, los Stubb y los LeBarón.

La realidad es que en nuestro querido México se está matando a niños y mujeres, prendiéndoles fuego y calcinándolos.

¿Qué puede haber en el interior de quien arremete contra blancos inocentes e indefensos? Y nadie, nadie logra detener esta vorágine inhumana, porque los datos oficiales siguen resultando escalofriantes: en México, la guerra contra el narco ha dejado 260 mil muertos y más de 30 mil desaparecidos en los últimos 10 años. Son los mismos números que registró Colombia, ¡pero en 60 años!

La masacre de nueve miembros de la familia LeBarón, de tres mujeres y seis niños, cometida a sólo 110 kilómetros de la frontera y en un territorio cuyo control es disputado por el Cártel de Sinaloa y la banda La Línea, se ha vuelto un tema no sólo nacional, sino internacional, porque los niños asesinados tenían doble nacionalidad y porque los fusiles AR-15 que utilizaron los sicarios sólo se venden allá, en el vecino país del norte y fueron introducidas a México sin ningún problema.

La escalada de violencia en México...

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