Juan Villoro / Dominios ilícitos

AutorJuan Villoro

El 4 de enero de 1994, a los setenta y nueve años, Adolfo Bioy Casares se recuperaba de una operación de la cadera en su amplio y descuidado departamento de Buenos Aires cuando recibió la visita de numerosos amigos. Pensó que llegaban a preguntar por su salud o a darle el pésame por la reciente muerte de su esposa, la escritora Silvina Ocampo. Quienes ocupaban la cocina y los salones tardaron en confesar el verdadero motivo para estar ahí: la hija del escritor, de treinta y nueve años, había muerto a consecuencia de un accidente automovilístico. En dos semanas, el escritor perdió a su mujer y su hija. Tiempo después diría: "Trato de consolarme pensando que cada día pasamos por todas las experiencias de la vida, pero debo ser sincero y reconocer que esto no es más que una disquisición intelectual, lo real es el dolor".

Durante décadas, Bioy vivió al lado de una de las mejores escritoras del idioma, acaso sin comprender el verdadero alcance de una obra dedicada, precisamente, a fabular desde el dolor. Los cuentos de Silvina Ocampo abordan infancias terribles y rozan lo monstruoso. En uno de sus poemas elige "la belleza y el horror por guías". Alejandra Pizarnik resumió esta estética en el título de su reseña sobre El pecado mortal: "Dominios ilícitos".

Anagrama acaba de publicar La hermana menor, espléndido retrato de Silvina Ocampo escrito por Mariana Enríquez, que hace unos años apareció en las ediciones de la Universidad Diego Portales de Chile.

Sexta hija de una familia aristocrática, Ocampo se refugiaba en el último piso de la casa, donde dormían los sirvientes. En el campo ofrecía leche a los mendigos y en el parque recogía vidrios y miraba los pájaros. Discípula de Giorgio de Chirico, abandonó la pintura porque no toleraba "la confusión de tantos colores". Su irrepetible trayectoria describe desajustes asumidos con naturalidad. Se rumoró que sostenía una relación lésbica con la madre de Bioy y otras mujeres; aceptó las incesantes infidelidades de su esposo, once años menor que ella, y la presencia imborrable de Borges, cuyos gustos literarios no siempre compartía; soportó ser la hermana atenuada de la impositiva Victoria Ocampo, gran dama de las letras argentinas y patrocinadora de la revista Sur. Rodeada de soles poderosos, fue un planeta excéntrico. "Inventó su misterio para no tener que dar...

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