Juan Villoro / Gazpacho y democracia

AutorJuan Villoro

Julio Camba encontró en 1946 un título perfecto para el cronista de vocación dispersa: Sobre casi todo. Ahí se ocupa de las drogas y su posible repercusión en España. A diferencia de Baudelaire, que bautizó a los estimulantes como "paraísos artificiales", el maestro de Pontevedra advirtió que su país no estaba listo para tamañas novedades. ¿Se podía cambiar el menú de cuatro platos, puro y coñac por el opio que adormece el cuerpo mientras despierta la conciencia? Un pueblo aficionado a la morcilla corría el riesgo de pasar del empacho a la adicción: "La transición del cocido a la morfina suele ser demasiado brusca en nuestro medio social para que se opere sin grandes trastornos. En Madrid no hay gradación, no hay escala, no hay asomo de proceso evolutivo entre el garbanzo substancioso y la droga perversa. Del fogón nuestras chicas pasan en veinticuatro horas al cabaret".

Treinta años más tarde, la muerte de Franco permitió que la fabada conviviera con la heroína. Esto no significa que el mundo de peineta y turrón fuera superior a la "movida madrileña". Sencillamente, con la libertad llegaron opciones que antes se ignoraban.

El inmenso talento literario de Camba no lo privaba de ser tradicionalista. Defendía el toreo a capa y espada, vaticinaba que el vegetarianismo terminaría con la civilización y desconfiaba de la anestesia, que fomentaba las operaciones y la aparición de "vedettes del bisturí". En su opinión, el carácter rotundo de los españoles llevaba a buscar cosas demasiado distintas. Y, ciertamente, España ha dado sorpresas. En su calidad de sopa fría, el gazpacho parecía representar un límite infranqueable hasta que llegó la cocina molecular de Ferran Adri . Esta modificación del gusto fue acompañada de otras: las mujeres de mantilla cedieron su sitio a las diosas del "destape" y las madres que no sabían nadar dieron a luz campeonas de nado sincronizado.

En materia histórica, la radicalidad que temía Camba ha provocado quebrantos en España, pero también transformaciones esenciales, como el tránsito incruento de la dictadura a la democracia.

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