Juan Villoro / El mar de la tranquilidad

AutorJuan Villoro

El 20 de julio de 1969 el Apolo XI llegó a la luna usando una tecnología inferior a la de nuestros teléfonos celulares. La comparación no es casual porque Neil Armstrong hizo la llamada de larga distancia más costosa y celebrada de la historia. En buena medida, la misión espacial giró en torno a esas partículas arcaicas que de pronto adquieren novedad: las palabras.

El año pasado se estrenó la película First Man, dirigida por Damien Chazelle y basada en la extensa biografía de James R. Hansen sobre Armstrong. A diferencia de las sagas intergalácticas que ponen el acento en la épica, First Man mostró los aspectos más precarios de la llegada del hombre a la luna. En rigor, todo estuvo a punto de fallar. Cuando Armstrong alunizó, tenía combustible para volar otros sesenta segundos.

Sin embargo, los tres del Apolo XI no serían juzgados por lo que en verdad hicieron (el más parlanchín de ellos, Buzz Aldrin, confesaría: "cometí varios errores que no pusieron en riesgo la operación, así es que es mejor que no los diga"). El impacto simbólico de la misión superó con creces al vulgar apetito de realismo.

"El hombre acorralado se vuelve elocuente", ha dicho George Steiner. Armstrong era un hombre contenido que administraba al máximo el uso de las palabras, pero al pisar la superficie de la luna pronunció una frase que se inscribiría de inmediato en la mitología: "Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad".

Mucho se ha especulado sobre el origen de esta sentencia. ¿Fue algo espontáneo o planeado? Para Armstrong, hablar era un agobio. En First Man, Ryan Gosling lo interpreta como alguien huraño, incapaz de comunicar incluso su mayor sufrimiento (al pasar junto a unos columpios recuerda a su pequeña hija, muerta en la infancia, pero no puede decir nada). Quizá el mayor desafío del astronauta consistió en saber lo que debía decir desde la luna. Dean, hermano menor de Neil, asegura que el capitán del Apolo le mostró un papel con la frase que pensaba pronunciar. Supuestamente esto ocurrió unos días antes del despegue, mientras jugaban Risk. La anécdota se presta a especulaciones. Ya sabemos cómo son los hermanos y acaso Dean quiso adornarse con el honor vicario de disponer de una "exclusiva".

Lo cierto es que la conquista de la luna desató una glotonería de las palabras. El secreto y la discreción no...

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