Juan Villoro / Ortografía en la piel

AutorJuan Villoro

Franz Kafka somete a sus personajes a inventivos martirios. Uno de los más crueles consiste en escribir la sentencia en la piel del condenado, que muere con el cuerpo convertido en acta acusatoria. En ocasiones, quienes se tatúan experimentan una angustia similar. Pienso en el amigo que cierta noche de euforia decidió que su antebrazo quedara asociado para siempre con el lema que escuchó en voz de Edith Piaf: "Je ne regrette rien". Como el episodio sucedía en la Ciudad de México, el encargado de las agujas solicitó que le deletrearan la frase. Fiel al mensaje que deseaba llevar consigo, mi amigo no se arrepentía de nada, pero lamentó no haber estudiado en la Alianza Francesa. ¿"Regrette" se escribía con una o con dos "tes"? De acuerdo con los excesos de la hora, optó por la doble "te" y se libró de la vergüenza de ser un pedante sin ortografía.

Para evitar este tipo de desfiguros y honrar a la lengua castellana, en Colombia el Instituto Caro y Cuervo lanzó una campaña singular, destinada a corregir las faltas de ortografía en los tatuajes. El proyecto comenzó en 2015 en Bogotá, Pasto, Medellín y Bucaramanga, y luego se extendió a Lima y Buenos Aires. Tres tatuadores que dominan la técnica mixta del black and grey se hicieron cargo de arreglar frases que habían pasado por alto la gramática. Además, se impartió un taller de redacción y ortografía dirigido especialmente a quienes tatúan, con el título de "La escritura, esa segunda piel".

Como es de suponerse, los errores fáciles de arreglar tuvieron que ver con los acentos. Más complejo resultó que "bendesido" se convirtiera en "bendecido" o que "dios" se elevara a "Dios".

Los resultados de esta iniciativa que vincula la cultura con la epidermis se publicaron en el catálogo Caro y Cuervo Ink. Porque el lenguaje se lleva en la piel. Las fotografías ahí seleccionadas revelan que los traspiés también ocurren entre gente culta. Un lector de El principito no sólo copió la célebre expresión "Lo esencial es invisible para los ojos", sino que la puso en práctica al no advertir que había escrito "escencial". Algo parecido ocurrió con un hombre de Buenos Aires, que recordó la máxima latina "Nihil de nobis, sine nobis", pero la transcribió con la prisa que a veces aqueja a los eruditos: "Nada de nostros sin nosotros". En este caso, el corrector epidérmico tuvo que actuar...

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