Juan Villoro / Parte médico

AutorJuan Villoro

"Mi cuerpo es la parte del mundo que mis pensamientos pueden cambiar", escribió Lichtenberg en el siglo XVIII. He tenido presente esta frase desde que traduje los Aforismos del físico y escritor alemán en 1989, que detectó en su cuerpo 13 enfermedades perfectamente imaginarias y se consideró un "Colón de la hipocondría".

Tampoco fue ajeno a los malestares reales. Una espondilitis frenó su crecimiento y le afectó la columna. Lejos de quejarse de su silueta contrahecha, la entendió como una oportunidad de pensar de manera diferente: "En cuanto se padece un defecto se tiene una opinión propia".

Percibimos la salud cuando nos falta. El dedo meñique pasa inadvertido hasta que un pellejito le da insólito protagonismo: "¿Por qué nos duele tan poco un pulmón supurado y tanto un uñero?", pregunta Lichtenberg.

La salud del Papa o del Presidente les importa a sus seguidores y adversarios. La de un articulista no es noticia. De nada sirve saber que tuvo un cólico en este párrafo. El cuerpo del que escribe no interesa, pero su malestar puede ser buen tema, así sea para brindarles a los sanos el placer de no tenerlo.

Me he quedado sordo de un oído, deficiencia soportable porque abundan las cosas que uno no quiere oír. El mal recibe el nombre de "hipoacusia súbita"; sucede de repente y se puede deber a un tumor, un golpe, una explosión, un virus o, más gravemente, a una enfermedad autoinmune o neurodegenerativa. Cuando ninguna de estas causas se establece surge una franja fascinante de la condición humana: los padecimientos idiopáticos, espontáneos y desconocidos, tan azarosos y tan ajenos a los méritos individuales como sacarse la lotería.

Con la hipoacusia, la percepción se altera de inmediato: oyes del lado izquierdo lo que ocurre del derecho y el mundo parece mal mezclado (el ingeniero de sonido que calibraba en la cabeza los bajos y los agudos ha desa-parecido). Un espacio público se convierte en una confusión auditiva. De poco sirve inclinar la cabeza hacia el oído bueno, como hacen los perros para ver mejor.

Sergio Pitol perdió un oído por un accidente de automóvil y pasó buena parte de su vida escuchando a medias, lo cual acabó por ser una ventaja. En "El oscuro hermano gemelo", recrea una cena donde las conversaciones más interesantes le llegan del lado en que no oye. Capta palabras sueltas, de imprecisa relevancia, que poco a poco...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR