Juan Villoro / Vida en serie

AutorJuan Villoro

Hay quienes viven con absoluto desenfado pero se preocupan de lo que hacen los demás. El inevitable Chacho pertenece a esta categoría. Sus relaciones sentimentales siguen la lógica de la política mundial: van de la esperanza a la polarización. Aunque él no advierte sus debacles, encuentra signos sutiles para descifrar el deterioro ajeno.

El martes pasado llegó a la casa sin avisar, con una botella que le servía de salvoconducto. Se instaló en el sillón donde dice cosas preocupantes y habló con una entonación ideal para confesar: "Recibí sobornos de Odebrecht" o "¿Cuántas fotomultas puedes acumular sin ir a la cárcel?". La frase en cuestión era simple, pero el tono la volvía terrible: "Felipe está enganchado a las series".

Mi amigo pidió algo de beber; le ofrecí la botella que había traído, pero prefirió "un fuerte". Necesitaba rebajar la intensidad que lo consumía por dentro. "Todo mundo está enganchado a las series", dije. Entonces pronunció las palabras con las que inicia una argumentación que durará varios mezcales: "No entiendes nada".

A continuación, me explicó la relación entre el ser humano y las películas. Hasta los años setenta, la Ciudad de México tuvo cines para multitudes. El Diana, el Manacar, el Roble y el Latino abrían sus puertas para celebrar actos dignos de un foro romano. De manera elocuente, un cine llevaba el oportuno nombre de Estadio.

La invención del video, la mala gestión de los distribuidores, la negativa de Hollywood a seguir haciendo películas-acontecimiento para toda la familia (Ben-Hur, La agonía y el éxtasis, El Cid, Los diez mandamientos, ¿Arde París?) que mejoraban en compañía de dos mil espectadores, provocaron un cambio en las costumbres. Los cines colosales fueron abandonados a las ratas.

Luego vinieron "años de transición" en los que la gente se refugió a ver videos. Cuando aparecieron los desagradables y prácticos multicinemas, se produjo un nuevo hábito. Acostumbrados a ver películas en casa, los espectadores ahora hablaban con cualquier pretexto. Un burro salía en la pantalla y alguien decía: "Mira, un burro".

En esa época se podía escoger asiento y Chacho se sentaba delante de parejas "consolidadas", es decir, de personas que ya no tenían nada que decirse y veían la película en silencio sacrosanto.

Al segundo mezcal le pregunté qué diablos tenía que ver eso con Felipe: "Se va a divorciar por un spoiler", dijo con voz de ahorcado.

Explicó que la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR