El mañana que no llega

AutorIvonne Melgar

Mural/México

La huelga de fin de siglo les ha amortiguado el enojo. Pero aún no están emocionados. Siguen sin motivos para celebrar esa rola de rigor a la que dicen hacer justicia con su rebeldía: "¡Viento de libertad/sangre combativa/en los bolsillos del pueblo la vieja herida...!".

Y en realidad es vieja esa zanja que separa a la generación del 2000 de los discursos triunfalistas, distancia que fue cavada al amparo de la consigna gubernamental de hacer más con menos, máxima que los vio crecer, padeciéndola.

Son los maleducados, los inconformes, la cara de rabia y la señal visible de la más abultada juventud en la historia nacional: 20 millones 300 mil mexicanos de entre 15 y 24 años de edad, la generación del arranque del tercer milenio, los hijos de la polarización, de la opulencia sin precedentes y de la pobreza con igual signo.

Porque en las últimas dos décadas aumentaron los mexicanos y consecuentemente las escuelas, los empleos, las clínicas, los anticonceptivos y las carreteras; las expectativas, las necesidades insatisfechas y el desencanto...

Porque la familia pequeña no vive mejor y hasta los cálculos matemáticos oficiales muestran que cuando ellos nacieron, a finales de los años setenta, a cada hogar en promedio le correspondían mensualmente unos 4 mil 600 pesos, y que ahora cuentan con 705 pesos menos (Conapo: La situación demográfica de México 1999).

Porque la materialización de esa abstracta medida del ingreso per cápita se mantuvo en una acentuada desigual distribución de los recursos: de un imaginario billete de cien pesos, una quinta parte de la población es dueña de 54 pesos; en el 80 por ciento de los mexicanos quedan los otros 46.

Las cosas no han cambiado tanto. Al inicio de los ochenta esa repartición era de 47 pesos para el 20 por ciento de los hogares en mejores condiciones económicas, por lo que los 53 restantes se distribuían entre los demás.

Y porque a pesar de tener una escolaridad de ocho grados que duplica la de sus padres, ellos tampoco pueden revertir el deterioro en los ingresos familiares y personales, pues paradójicamente también duplican las tasas del desempleo.

Con una desocupación declarada de 12.5 por ciento, que contrasta con el 5 por ciento a nivel nacional, los jóvenes mexicanos son catalogados como depositarios, transmisores y nuevos actores de la pobreza, según alertó en 1999 la Comisión Económica para América Latina (Cepal) en su informe sobre la situación social en la región.

No en balde dos...

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