Manuel J. Jáuregui/ Más allá del perdón

AutorManuel J. Jáuregui

Frecuentemente escuchamos la frase: "esta es MI verdad" con la cual se quiere decir que pudiendo existir varias verdades, la persona que lo dice escogió creer en una: la que más le gusta, acomoda, o entiende.

Obvio es que esto es una falacia: la pureza de la lógica admite sólo una verdad.

La idea de varias surge porque, falible como es el ser humano, frecuentemente sucede que "su" verdad es tan sólo una hipótesis con la cual pretende responder a algún interrogante, o explicar algún fenómeno.

Estas hipótesis -que en el fondo son temporales y falibles- las manejamos usualmente -y así las identificamos- como una verdad, hasta llegado el tiempo en que encontramos una mejor hipótesis que se convierte en una nueva verdad.

Así, pues, acaba siendo que "la verdad" es algo que, aún no pudiendo serlo, en su uso humano-cotidiano se convierte en algo mutable, contradiciendo por completo el concepto mismo, el cual en su esencia implica una, y sólo una, respuesta acertada para cada interrogante o fenómeno.

Ejemplo de esto resulta, entre muchas otras falacias de la humanidad por las que ahora por cierto ha pedido perdón la Iglesia católica, esa inmensa que calificaba de herejía la teoría galileica de que la Tierra giraba en torno al Sol.

La "verdad" de la Iglesia -la cual defendía con la fuerza de la hoguera y poco más- confrontada por las teorías científicas de Galileo Galilei no resistió la prueba de la razón y hubo de reconocer una nueva, que ahora es "la verdad" con la cual explicamos nuestro universo.

De lo anterior se desprende, pues, que "la verdad" siempre debemos de tomarla como una hipótesis temporal de trabajo, sujeta a ser mejorada por una mejor hipótesis, y esto en cualquier momento.

Es por ello, y no por otra cosa, por lo cual entre más inteligente es el ser humano, menos absoluto es en sus juicios: porque sabe que voluntaria -o involuntariamente- puede equivocarse.

Esto incluye, por supuesto, a los Papas, representantes terrenales de la Iglesia, que a través de la historia han cometido sendos errores, provenientes del impulso de querer que "su" verdad, fuese "la verdad" para todos, en todo momento.

En parte debido a lo anterior es que el acto de humildad de Juan Pablo II, de "pedir perdón" a la humanidad -y a los ofendidos- por todos esos errores cometidos resulta un acto de tan inmensa trascendencia.

Entre otras cosas, porque acepta y reconoce la falibilidad de la Iglesia, su capacidad de equivocarse igual que cualquier otra organización...

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