La Menor Importancia / Ciudad odiosa

AutorJosé Israel Carranza

Si Guadalajara está convirtiéndose en una ciudad odiosa (o si ya lo es, aunque sea en ratos, porque también tiene sus buenos momentos, qué duda cabe), es gracias a la malsana proliferación de vehículos que atestan sus calles, emporcan sus aires, ensordecen el pensamiento y acallan las conversaciones y, en suma, envilecen prácticamente todos los rumbos de nuestra vida. Es algo absolutamente evidente para quienes nos desplazamos de ese modo y para quienes no: para quienes a veces, para quienes nunca, para quienes siempre y para quienes rara vez. Y no es sólo la posibilidad, cada vez más grande, de salir de un congestionamiento para caer en otro -o de hacer rodeos excesivos para evitarlos y acabar, más temprano que tarde, en el que estará aguardándonos infaliblemente-: también las pésimas condiciones en que las lluvias (y, sobre todo, la falta de previsión y las malhechuras) dejan los pavimentos, las malas jugadas que saben hacernos los semáforos, las deficiencias en la señalización, la insuficiencia y la incompetencia y la mala entraña de las autoridades de tránsito, etcétera. Y, por supuesto, las neurosis y la rabias, las malas pulgas que a cualquiera se le suben por tener que andar varias horas al día cocinándose en medio de la conflagración, la mezcla de impericia con imprudencia, los retos, las afrentas y los insultos. El odio, en suma: al volante o a pie.

Pese a todo, los responsables de la...

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