La Menor Importancia / El Jardín del Santuario

AutorJosé Israel Carranza

Una idea, un deseo o un recuerdo cualesquiera son incapaces de alterarse tan velozmente como la naturaleza de la Ciudad; mucho menos una convicción o un rasgo de la voluntad. Las más infinitesimales medidas de tiempo que nos es dado calcular no sirven para datar la ocurrencia y la frecuencia de los cambios, y antes de que una sola palabra alcance su último fonema ya la ciudad está a una distancia incalculable de la ciudad que supuestamente existía cuando la palabra dicha comenzó a decirse. ¿Qué es lo que vemos, entonces? Una ilusión incesante, una profusa proposición cuya verificación se pospone siempre para el instante siguiente, que por supuesto nunca llegará.

El Jardín del Santuario descubierto y dejado atrás una de estas noches en que ya numerosos astros impostores hacen salir de sus profundidades una inesperada proliferación de luces: una tormenta de estrellas que se han precipitado para volverse charcos que anegan la memoria y obligan a encontrar, entre los haces que proyectan hacia el cielo, una comprensión enteramente distinta de ese espacio -y los afectos que uno confiadamente abandonó ahí. Pasar por ahí, y sólo por un lado, y en automóvil además, sin intenciones siquiera de detenerse, en cuestión de segundos, equivale a enfrentar de golpe la soberanía con que la ciudad (y la realidad toda) va desentendiéndose de nosotros, haciendo lo que le viene en gana y conduciéndose por su absoluto e indiscernible capricho en el ansia de transformación que nos impedirá siempre alcanzarla: siempre, porque en esa carrera a nosotros acabará derrotándonos nuestra mera mortalidad. ¿Qué hicieron ahí? Habiéndolo visto sólo de lejos, a la pasada, sin vencer todavía la aprensión que supondría ir a recorrer las inmediaciones de la estatua de Fray Antonio Alcalde, lo que se ve que hicieron fue, sí, un trabajo de remozamiento intenso y temerario, y un replanteamiento de las funciones vitales del espacio, imponiendo un cambio de tema a la conversación que sostienen la estatua dicha, el Santuario de Guadalupe que tiene enfrente, las fachadas de las calles Pedro Loza y Manuel Acuña y las soeces...

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