La menor importancia / ¡Hay que leer!

AutorJosé Israel Carranza

Parece por lo menos intrigante que, si la lectura es cosa tan buena como se dice, haga falta estar haciéndole tanta promoción todo el tiempo. Se insiste, una vez y otra, en los diversos provechos que podrían gozar quienes la adoptaran como un hábito -si bien no suele hablarse de los efectos adversos que pueden sufrir quienes ya leen: soledad, desengaño, recelo, alucinaciones, incapacidad creciente de acomodarse a la famosa realidad, fracturas de la armonía familiar, vista cansada, pérdida de poder adquisitivo, etcétera-. ¡Hay que leer!, y en esta consigna parece latir la certeza de que, al agarrar un libro y dedicarle algunos minutos, las personas y sus vidas habrán de mejorar como por ensalmo, de que la Patria se salvará y ya no habrá corrupción ni huachicol, y no sólo abandonaremos los últimos oprobiosos lugares en los rankings internacionales, sino que además seremos ciudadanos más justos y respetuosos y felices y todo será pura sabrosura.

Cansa, esa cantaleta que vuelve cada tanto. Ahora viene acompañada por la intención, del flamante encargado del despacho del FCE, de abaratar los libros (y no nomás los que hace la editorial bajo su responsabilidad), y del Gobierno federal de construir más y más librerías por todo el territorio nacional. Y la cantaleta vuelve, me da por pensar, porque es...

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