La Menor Importancia / A propósito de Beltrán

AutorJosé Israel Carranza

El escándalo es lo indeseable que de un modo retorcido y malsano resulta atractivo. Una situación que por su sola ocurrencia convoca una atención inmediata y generalmente excesiva, atención a la que automáticamente siguen los juicios apresurados, las imaginaciones disparadas, las fallas de la memoria y la ignorancia fascinada que da forma a toda suerte de suposiciones. Que la vida cultural de esta ciudad, en los últimos tiempos, se haya visto agitada por varios escándalos (y que por lo general sólo así salte a los titulares principales, ganando para sus protagonistas la fama -aunque sea mala- que les habrían negado los años de trabajo tesonero y solvente) debe ponernos en posición de alerta ante una más que probable descomposición civil caracterizada, de manera evidente, por la animadversión que caracteriza la actuación de las autoridades respecto a quienes han tenido (y no ha sido más que eso) problemas administrativos, así como por la saña soterrada que hay en la costumbre que ya se nos va haciendo de encontrar deleitosos estos argüendes.

Las informaciones sobre la reciente detención, el encarcelamiento y las acusaciones que enfrenta el director del Museo de Arte de Zapopan, Carlos Beltrán, dan pie a extender algunas reflexiones sobre esa descomposición. Primero: la suspicacia respecto al funcionamiento de todo proceso judicial en este país (y más allá, la obsolescencia de tantas leyes, la tortuosa maquinaria que las aplica, el aparato aberrante que habría de modificarlas en nombre de sus representados, el pantanal siniestro de intereses privados y de mezquindades que anima nuestro caos) lleva a pensar que Beltrán está siendo ante todo una víctima -pues basta pensar en todos los verdaderos canallas que pacen en los verdes valles de la impunidad y lejos de la mirada ceñuda de la improbable justicia, más bien miope que ciega-: es imposible, como suelen declarar los políticos, "esperar a que las instancias competentes hagan su trabajo". Ya sabemos cómo se las gastan para hacerlo. Por esa suspicacia hay que entender que, tristemente, Beltrán sólo tiene por delante el deber de defenderse (que no el derecho...

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