La menor importancia / Tirria

AutorJosé Israel Carranza

No hay mucho misterio en la andanada que el Presidente de la República ha emprendido recientemente contra las dos revistas culturales más visibles en México. Se explica, por una parte, por ese sentimiento elemental llamado tirria: los hacedores de ambas revistas, por razones diversas, le caen gordos al Presidente. Le caen muy gordos. No los soporta. Seguramente, cada que ve sus rostros en la tele o en el periódico, se le amarga el desayuno; ha de soñar que se carcajean de él, ha de sacarlos a cada rato en la conversación sin que venga a cuento, debe de pasar sus ratos de ocio imaginando formas de hacerles la vida imposible. No les perdona cómo lo han llamado, ni con quién han llegado a juntarse en el pasado; juzga intolerable que no lo alaben, que no le festejen las payasadas, que no hayan comprado cachitos para la rifa del avión.

Jactancioso de su cristianismo (¿no hasta incluyó en el Grito un «¡Viva!» para el amor al prójimo?), el portador de esta tirria no se ha aguantado las ganas de convertirla en venganza, ahora que puede. Se entienden, claro, las razones que tiene para identificar como adversarios a Héctor Aguilar Camín y a Enrique Krauze. Pero ya no se entiende tanto la furia de sus invectivas -ojo: cada vez más escaso de sarcasmos y sorna, el discurso presidencial está decantándose por el...

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