La menor importancia / Zoom

AutorJosé Israel Carranza

Hace dos días, un acusado de narcotráfico en Singapur fue condenado a muerte vía Zoom. Es decir: delante de una computadora, en la cárcel, escuchó la sentencia, resuelta por un tribunal cuyos integrantes se encontraban en lugares distintos, aunque todos reunidos -junto con la defensa y el reo mismo y acaso algunos espectadores- en el mosaico de rostros de la pantalla.

Es el primer caso de un juicio con semejante desenlace que tiene lugar así. El caso cobró relevancia gracias a la protesta elevada por Amnistía Internacional ante lo inhumano del hecho, si bien a los participantes, incluido el abogado defensor, les pareció apenas una medida práctica.

Es posible que los efectos más dramáticos de la pandemia en lo que somos tengan que ver -por lo pronto- con las adaptaciones aceleradas que hemos debido hacer a nuestras formas de comunicarnos.

Desde las orquestas y coros multitudinarios que consiguen entenderse de maravilla hasta los noticieros y las tertulias televisivas que tienen lugar en las incesantes pantallas divididas, pasando por todas las imposiciones del trabajo oficinesco que puede hacerse en casa, las clases en todos los niveles, las ceremonias religiosas, los partidos de futbol... Nuestras vidas, en gran medida, se han transformado en una sucesión de pantallas a las que «entramos» y de las que «salimos» sin tregua...

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