Está México rodeado por cuatro pabellones

AutorAntonio Bertran

Mural/ Enviado

HANNOVER. -Venezuela es una flor, Islandia un cubo azul por cuyas paredes cae una cortina de agua, Colombia parece una caja de madera seca llena de oro y café; Nepal no podía ser otra cosa que un templo hindú-budista, y Japón, el país anfitrión de la próxima exposición universal en el 2005, hace pensar en un gigantesco gusano blanco.

En la enorme geografía de la Expo Hannover 2000, que abarca más de 160 hectáreas (unos 20 campos de futbol), los vecinos del Pabellón de México contrastan en arquitectura, propuestas de impacto hacia el público y tradiciones.

Ayer, la pertinaz lluvia que parecía no molestar mucho a los visitantes de la feria provistos de paraguas y rompevientos, impidió que los pétalos del domo del edificio de Venezuela fueran abiertos. Se trata de un pabellón de acceso circular -colocado frente al edificio mexicano diseñado por Ricardo Legorreta-, que optó por enfocar los esfuerzos a destacar su riqueza natural, uno de los temas de esta Expo que se planteó cuestionar la relación del hombre y la tecnología con el medio ambiente.

"Somos golpes de tambor, madera sonora, Luthiers de una voz hecha del canto de los ríos en permanente tránsito", es una frase que podría resumir la intención de colocar diversas fotografías en paneles translúcidos que muestran la diversidad étnica de los venezolanos, así como su rico entorno.

Islandia es minimalista. Al ingresar al sobrio cubo de su edificio apenas iluminado, se llega a una rampa que asciende en espiral y en cuyo centro se pueden mirar, como si se viajara en un avión, los hielos, ríos y mares que posee esta isla europea. Súbitamente, un fuerte chorro de agua, como de géiser, salta desde la pantalla y cae sobre la imagen. El impacto queda grabado en la memoria por la creatividad desprovista de recargamientos.

Enfrente está Colombia, país que optó por ser escueto pero contundente: organizó un recorrido que implica 9 minutos, más lo que cada quien se quiera tomar para probar su café.

Se ingresa por grupos al pabellón rectangular construido con madera de las selvas de Choco y del Amazonas.

La gente rodea una vitrina oscura dispuesta en el centro de un gran salón, la cual se ilumina para mostrar 35 magníficas piezas procedentes del Museo del Oro. Las expresiones de asombro no se pueden reprimir.

El segundo momento de la visita es menos espectacular: en una proyección de 360 grados sobre varias pantallas, se descubre al país latinoamericano con imágenes que van de la ciudad al...

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