Milenaria y divertida

AutorMauricio Hernández

Las postales, fotografías, o incluso las selfies que retratan los grandes sitios del mundo impresionan, pero no conmueven. Porque aunque muestren una parte de lo maravilloso, no captan por completo la magia o la fuerza que los rodea, un ejemplo de ello es cuando se llega a Colonia por primera vez.

No hay imagen que revele el asombro cuando se levanta la mirada hasta el cielo contemplando a su catedral. No hay foto que muestre con exactitud lo que es perder el aliento frente a ese templo gótico que tardó 600 años en ser construido, y que hasta 1889 fue la edificación más grande del mundo.

Alrededor de esa joya arquitectónica (que, de acuerdo con la leyenda, guarda en su relicario los restos de los Reyes Magos) nace la vida de la ciudad. Y una vez ahí, el aroma a castañas asadas que emana de los puestos invernales, y lo rebosante de sus cafeterías (como la icónica Funk Haus) le da la bienvenida al viajero.

Una vez en el centro, es obligatorio visitar alguna de las cervecerías tradicionales.

En ese país la cerveza reina, y en sus tabernas típicas la elaboran de una manera peculiar y antigua, muchas siguen fieles a una ley de pureza del siglo 18 que establecía su producción sólo a partir de agua, cebada y lúpulo.

Uno de los lugares más queridos por los locales es Früh, a pocos minutos andando desde la catedral, y donde, además de la kölsch (cerveza de Colonia) de la casa, es recomendable disfrutar de un codillo de cerdo al horno.

Otra opción es Brauhaus zur Malzmühle, donde su cerveza es ligera pero con mucho sabor, acompaña de manera inmejorable otro de los platillos típicos de la región: la blutwurst, una especie de morcilla que se sirve con papas fritas, puré de manzana y pan de centeno.

Lo que no puede quedar fuera del menú es la schnitzel (milanesa), el platillo de moda y muy aclamado en la Renania del Norte, donde lo desbordado de sus establecimientos y una espera de más de una hora por un mesa, como sucede en Bei Oma Kleinmann (la casa de la abuela Kleinmann), confirman su prestigio.

Es cierto que la catedral vertebra la vida de la ciudad, pero la fuerza del Rin, su río principal, la dirige. Es por eso que, sea invierno o verano, la gente no se pierde su paseo, donde cafés, cervecerías y parques abundan.

Uno de los recorridos turísticos recomendados es a bordo de uno de los barcos que recorren el río, y desde donde lucen iluminados los folclóricos barrios de la ribera.

Colonia, la cuarta ciudad más grande de Alemania, tiene una historia...

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