MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Don Filidoro, ajedrecista, sostuvo una partida por correspondencia con un aficionado a quien nunca conoció.

En aquellos años -principios del pasado siglo- el correo era lento; las cartas tardaban meses en llegar. La partida llevaba ya seis años sin ventaja para ninguno de los contendientes.

Don Filidoro no vivía para otra cosa sino para ese juego. Horas y horas se pasaba frente al tablero estudiando su siguiente movimiento y tratando de adivinar el que haría en respuesta su rival.

Pasaron 10 años más. Un día don Filidoro puso en jaque a su adversario. Le quedaban a éste, a más del rey, dos peones, un caballo y un alfil. Si movía el caballo indefectiblemente le daría mate en...

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