MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Entre los hombres de la Europa que fundaron Saltillo, mi ciudad, debe haber venido un sapiente urbanista, algún insigne planificador.

He aquí que fincaron la población en un suave declive que baja de lo alto de un alto lomerío hasta llegar al fértil valle que cultivaron aquellos recios soldados labradores. Se explica lo sinuoso de las calles: seguían las curvas de los arroyos y acequias que en profusión descendían por el terreno.

Por eso mi ciudad no se inunda cuando llueve, sino que se baña. Queda limpiecita, como muchacha recién salida de la ducha, y olorosa como barro de alfarero. El agua que en torrentes...

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