MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

En el Potrero de Ábrego se dicen muchas cosas.

Se dice, por ejemplo, lo que un día se dijeron don Abundio y doña Rosa, su mujer.

Ella dio a luz una niña, nacida después de tres varones. Decretó doña Rosa con el imperativo que su maternidad le daba:

-La niña se llamará Eufrosina. Ése era el nombre de mi mamá grande, la madre de mi madre. Me quiso mucho, y yo también a ella. En su memoria la niña llevará su nombre.

A don Abundio se le alegró el semblante. Dicho mejor: el ladino ranchero simuló que el semblante se le alegraba.

-¡Eufrosina! -exclamó-. ¡Qué lindo nombre! ¡Así se llamaba una novia que tuve cuando...

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