MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Yo digo que no tuvo culpa alguna.

Aun así parece que vivió el resto de su vida llevando consigo un remordimiento permanente, la sombra de una pena que nunca lo dejó.

Poco antes de morir dijo a sus familiares que tras su muerte no lo llevaran a enterrar. Temía que su tumba fuera objeto de profanaciones. Pidió que lo incineraran y que sus cenizas fueran dispersadas en las aguas del Canal de la Mancha, que en tiempos de su juventud había cruzado en su avión innumerables veces.

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