Myriam Vachez / Strauss-Kahn: fin de la historia

AutorMyriam Vachez

El asunto Dominique Strauss-Kahn, al margen de lo poco importante que pueda parecer hoy en relación con los graves sucesos del mundo entero, merece sin embargo algunos comentarios adicionales por un motivo sencillo: toda la historia es un retrato fiel de nuestro tiempo.

Primero, el buenismo, la biempensantía tan a la moda, que hizo que la mayoría de la gente de inmediato simpatizara con la "mujer negra, pobre e indefensa", presuntamente maltratada, lastimada, violada, por el "hombre blanco, rico y poderoso".

Para completar el cuadro, la mujer trabaja de afanadora en un hotel y mantiene sola a su hija adolescente, mientras el hombre es simplemente uno de los más importantes del mundo y, para colmo, presunto candidato a la Presidencia de la República en su país. El hombre, por supuesto, abusa de la peor manera de su poder; la mujer, temerosa y temblorosa, se resigna, después de pensarlo un rato, a denunciar el abuso. Y muchos, muchísimos, sobre todo en los Estados Unidos, cayeron en la trampa del estereotipo.

Segundo, el drama, el suspenso, la incógnita y, por supuesto, la teoría del complot: el proceso estaba prácticamente resuelto en contra del presunto agresor; de plano, no se veía cómo se podría librar de pasar muchos años en la cárcel. Y de pronto, toda la historia se vino abajo, cuando por fin las autoridades escudriñaron de cerca en el pasado de la presunta víctima y se dieron cuenta de un sinnúmero de hechos que hacen que nos preguntemos cómo es posible que Estados Unidos le haya dado asilo político hace unos años. Entonces surge la pregunta: ¿la señora actuó por su cuenta, con la ayuda de dos o tres amigos, para sacarle la mayor cantidad posible de dinero al poderoso director del FMI, o alguien manipuló todo, alguien jaló los hilos de las marionetas?

Tercero, la noticia y cómo se maneja, logrando hacer que la opinión pública pase del homenaje a la estigmatización y del entusiasmo a la crítica devastadora con una brusquedad pavorosa. En una revista francesa, Jean Daniel, periodista de larga carrera, fundador de semanarios y periódicos, hace un mea culpa a nombre de todos los periodistas que cubrieron la noticia, y señala en particular a sus colegas estadounidenses de Nueva York quienes, convencidos de inmediato...

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