De naturaleza inspiradora

AutorRogelio Elizalde

Fotos: Aggi Garduño

Enviados

CABO SAN LUCAS.- Ante un rosa atardecer de Cabo San Lucas es difícil mantenerse indiferente.

Las nubes trazan líneas paralelas que pasan del naranja al negro a lo largo de casi una hora.

Ni los lugareños, que a diario tienen este espectáculo, dejan de conmoverse.

Stephen Bills, canadiense y mexicano residente de Cabo San Lucas desde hace 18 años, eligió ésta como su casa porque se enamoró de los hermosos paisajes que dibuja la naturaleza.

Uno de sus favoritos es el que delinean las piedras al final de la península, donde confluyen en un violento equilibrio el Océano Pacífico -tibio y de grandes olas- y el Mar de Cortés -cálido y de suave vaivén-.

En ese punto rocoso, los leones marinos parecen observar el regreso de las lanchas y yates hacia la marina, aunque algunos, hambrientos y traviesos, prefieren perseguir a las embarcaciones para que los pescadores les lancen algo de su captura; saben que pueden convencerlos con su carisma.

Otro paisaje que Bills disfruta es el que forman las casitas de la ciudad. Aunque sabe que no es arquitectura vernácula mexicana, considera que combinan el estilo de las misiones jesuitas del siglo 17 (propagadas por toda Baja California), con el concepto hollywoodense de casa mexicana.

"Es como vivir en un libro de postales", menciona Bills, un biólogo de aproximadamente 70 años que, aunque oficialmente jubilado, cada semana continúa realizando prácticas de campo, ya sea en la playa, mar adentro en lancha y buceando, o hacia el desierto y la Sierra de la Laguna.

La plática con Bills tiene lugar en la playa El Médano, a 10 minutos de caminata desde la Marina de Cabo San Lucas. Bills ha venido a cenar y a ver los colores del cielo mientras el sol desaparece detrás de las montañas.

Para Bills, los mexicanos son los seres más amables e interesantes que conoce, y también los que mejor cocinan. Lo dice con orgullo (se jacta de ser mexicano), mientras se come unas almejas chocolatas.

"Uno no es de donde por casualidad nació, sino de donde elige amar y quedarse. Yo ya soy choyero (gentilicio cariñoso de Los Cabos)", dice en un español fluido, aunque con "eles" y "erres" que delatan su lengua natal.

Tras beber una cerveza, Bills emprende la caminata. Y así, él mismo se convierte en una postal viviente: un hombre de cabello entre rubio y blanco que camina descalzo y con pasos frágiles en una tierra de cuya tremenda belleza ya se ha apropiado.

Poética expedición

John Steinbeck (Premio Nobel de...

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