Entre nubes

AutorYoana Rodríguez

Estos tres poblados se disfrutan más gracias a la hospitalidad y costumbres de su gente

SAN SEBASTIÁN DEL OESTE

Callejones empedrados delineados por casitas pintadas de blanco y adobe, con techos de teja y dinteles de madera antigua son la postal que este pueblo ha conservado desde hace cuatro siglos.

Ese encanto atrapado en el tiempo se debe a que hasta 2003 se construyó la carretera que hoy lo conecta con los municipios circundantes.

Hasta entonces, San Sebastián del Oeste estuvo aislado del mundo exterior y sus únicas vías de acceso eran por caminos de terracería o por avioneta.

Los relatos de su fundación en 1605 como centro minero de la Nueva España, el cierre de las minas tras el comienzo de la Revolución Mexicana y la necesidad de subsistir se preservan vivos por su gente que los lleva de generación en generación.

Rafael Sánchez y su esposa Rosa Navarrete representan la quinta generación al frente de la finca La Quinta, dedicada a producir café. En el huerto de su casa cultivan granos que ellos mismos despulpan, tuestan, muelen y venden en cuartos, medios kilos y kilos.

Estas tierras también son los campos fértiles para distintas especies silvestres de agaves con los que se elabora la raicilla serrana. Una oportunidad para adentrarse en el habitat en el que crecen es en el cerro de La Bufa.

Para alcanzar su cumbre por encima de los 2 mil 500 metros hay que subir primero en vehículo y luego a pie hasta llegar al mirador que fascina con su vista panorámica que, si las nubes lo permiten, te deja ver hasta el mar Pacífico.

En recorridos, como los que organiza Malibrí Turismo, te llevan a ver el amanecer o el atardecer y después se hace una parada en Real Alto. La pequeña comunidad hoy conformada por siete familias fue una de la primeras y su templo consagrado a la Virgen del Rosario es la más vieja de la región con 410 años.

Parte del tour es llegar a casa de la señora Virginia Sánchez, que te recibe con frijoles de la olla, arroz, salsa martajada y lo mejor, sus tortillas hechas a mano.

MASCOTA

Muchas de las historias, tanto del presente como del pasado de Mascota, se relatan por medio de sus piedras.

Están las de gente común, como la de Francisco Rodríguez Peña, mascotense de 84 años que dedicó un par de décadas de su vida a decorar con piedras cuanto objeto se le pusiera enfrente.

Marcos, joyeros, macetas, relojes, mesas, instrumentos musicales, jarrones y hasta juegos de ajedrez forman parte de su colección de más de 300 piezas que...

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