Opinión Invitada / Chacho López: Grandes premios y lágrimas

AutorOpinión Invitada

Cuando comencé a ver carreras de Fórmula 1 en la televisión, jamás me imagine que un día iba a estar frente a un monoplaza, en un Gran Premio en mi país y admirándolo a unos pasos. Eso ocurrió en 1986, cuando tuve oportunidad de ver un Williams y revisarlo a detalle por largo rato.

Imaginar mi emoción puede resultar difícil, pero consideremos que en esos años, sin internet y sin redes sociales, había que esperar eternas semanas antes de conocer los pormenores de las carreras a través de los diarios extranjeros o revistas. Por tanto, aquel Williams, con sus encendidos colores, me conmovió hasta las lágrimas.

Aún tengo viva aquella emoción de adolescente que comenzaba a comprender un poco esos autos maravillosos, la magia de quienes los manejaban y la pasión por las competencias. Mi primer contacto con la F1, con el Gran Premio de México, un momento de emoción pura y en el 'patio-de-la-casa'.

Éste fue el recuerdo que me vino a la mente el pasado domingo de Gran Premio, cuando conducía rumbo a mi casa para tomar una ducha e intentar dormir sin repasar mentalmente la carrera, sus momentos, la transmisión.

Esa primera vez frente a un F1 que me vidrió los ojos, fue lo único comparable con lo que acababa de vivir horas antes y que me produjo el mismo efecto de lagrimear escuchando el bellísimo himno nacional y recibir un golpe de imágenes, sonidos, colores y sensaciones en la ceremonia de apertura del vigésimo Gran Premio en nuestro autódromo.

Mejor aún, ocurrió con una gran carrera, emocionante, estratégica y dramática que se resolvió con magistrales...

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