Opinión Invitada / Fernando Padilla: Encantador instante

AutorOpinión Invitada

Al par de la primavera, iniciaba mi travesía por Copenhague, ciudad funcional, con casas coloridas y personas atractivas.

Después de un día fructífero caminando la capital, optamos por dirigirnos a nuestro hotel. En el camino notamos una multitud de daneses sentados, en lo que parecía ser un anfiteatro al aire libre. Ante la curiosidad, decidimos tomar asiento y esperar aquel concierto que parecía atraer a tantas personas. Para nuestra sorpresa, el esperado concierto era uno visual llamado:el atardecer. El anfiteatro era un espacio público destinado para la contemplación comunal del ocaso. Copenhague sistémicamente había entendido la necesidad humana de cultivar el asombro.

Esta hambre no escapó al célebre escritor F. Scott Fitzgerald, en su novela"El gran Gatsby". Presentando la perspectiva de los marineros holandeses arribando por primera vez al nuevo continente,"por un encantador y transitorio instante el hombre tuvo que haber contenido su aliento en presencia de este continente, obligado a una contemplación estética que no entendía ni deseaba, cara a cara por última vez en la historia con algo del mismo tamaño de su capacidad de asombro".

Momento de catarsis para aquellos marineros. Instantáneamente requirieron reestructurar sus planos mentales para hacer espacio a esta nueva realidad. Pero Fitzgerald se equivocó, ya que no fue ni será la última vez en la historia que la humanidad se encuentre con algo conmensurado a su capacidad de asombro. Esta capacidad nos llevó a aterrizar en la Luna tan sólo 45 años después de la publicación de la novela. Ambos sucesos reflejan el hambre que tenemos los seres humanos por expandir el territorio de nuestros mapas.

Aquellos que viven en constante asombro son los niños, que no requieren el descubrimiento de un continente ajeno o descender a la Luna para caer en estupefacción. Una rama de un árbol es suficiente tesoro a sus ojos, por lo que al asombrarnos regresamos al dominio del niño.

La sensibilidad que tienen ante la realidad es muy alta, considerando todo como nuevo. Pero al crecer parece que perdemos aquel filtro tan característico de los infantes, la rama del árbol aparenta haber cambiado.

El poeta Henry Miller lo...

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