Opinión Invitada / José Luis Cuéllar Garza: Tras un amoroso lance

AutorOpinión Invitada

El martes 17 de agosto de 2017, Juan García de Quevedo fue uno de los pocos mortales que presenció esa cumbre de las artes que fue Crisol, la Corrida Picasiana de Málaga, donde Enrique Ponce indultó a "Jaraiz", soberbio negro mulato chorreado de Juan Pedro Domecq, lidiado entre burladeros pintados con motivos del cubista, al tiempo que la soprano Alba Chantar cantaba, precisamente, "pues fui tan alto, tan alto...".

Por lo que nos cuenta en su indispensable columna, aquél fue uno de los días más felices de su vida.

Mi querido y respetado Juan murió reservándose las ideas que habría de transcribir su mujer, la distinguida Myriam Vachez, para publicarse en estas páginas como el décimo y último capítulo de la serie Nuestros males, con que culminó veinte años de colaboraciones, llegando así a poco más de un millar de columnas.

Bien puede decirse que Nuestros males es una Summa del pensamiento filosófico, político y cultural de un hombre que fue siempre, religiosamente fiel a sus ideas. Éstas aparecen en sus escritos guiadas por una inquebrantable fe humanística, forjada en lo mejor del pensamiento social-cristiano (citaba con frecuencia a Teilhard de Chardin y a San Juan de la Cruz) y, más cercanamente, a sus amigos jesuíticos, el doctor Jorge Alonso antes que nadie.

La gran referencia cultural y familiar de García de Quevedo fue la España de su amigo Víctor Chamorro, sociólogo de asuntos obreros que le enseñó los secretos de un raro Madrid, entre castizo y anarquista, que vivía en la Feria de los Libros del Retiro y en los bares de tapas de Puerta del Sol. La Patria de los toros y de los toreros, que hicieron de Juan un empedernido taurófilo y amante de los buenos puros.

Conocí a Juan en los quehaceres políticos y de gobierno del que todavía era nuestro partido, el Revolucionario Institucional. Y digo era, porque si bien nunca dejó de serle leal, el PRI dejó de serlo a el, traicionando muchas veces el pensamiento liberal y social-demócrata que profesaron algún día. Esa fue quizá, la primera de las últimas frustraciones que García de Quevedo sufrió con la pasión de quien vivía la política como la tauromaquia, cuestión de vida y muerte: el...

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