Opinión Invitada / Luis Arriaga Valenzuela: CONACYT

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La Cámara de Diputados aprobó en días pasados la extinción de 109 fideicomisos y fondos que fueron creados con el fin de garantizar la sustentabilidad de apoyos, estímulos y actividades consideradas indispensables para el bienestar general. Aunque por el momento tal decisión ha quedado en manos del Senado, los recursos que se relacionan con la investigación científica y tecnológica nos llevan a reflexionar sobre la dimensión pública del quehacer universitario y su aporte a la sociedad.

El recorte y la posible eliminación de los fondos de apoyo para la investigación académica se acompañan de una reestructuración de los recursos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología que afectará de manera directa a más de 700 integrantes del Sistema Nacional de Investigadores. La titular del Consejo ha comunicado a diversas universidades privadas que no serán renovados los convenios que establecen los acuerdos para el pago de estímulos destinados al personal dedicado a la investigación, así como para la financiación de los proyectos en que participan.

Frente a la determinación del CONACYT y ante los malos entendidos que pueden surgir de consideraciones simplistas, es necesario problematizar el análisis de la educación superior en nuestro país.

Pese a los esfuerzos realizados para garantizar el derecho a la educación en México, el acceso a la educación superior es deficitario; cada año miles de aspirantes se quedan fuera del sistema educativo nacional por falta de sitios disponibles. Las universidades privadas, por su parte, aun cuando amplían la oferta educativa, no tienen a su alcance los recursos ni las facultades para suplir al Estado.

En los últimos años, han surgido numerosos centros universitarios que han modificado el panorama de la educación superior. Esto ha tenido implicaciones sobre la función y el compromiso de las universidades hacia la sociedad en que se insertan: ha ganado peso la dimensión formativa en detrimento de la investigación y la difusión. Y, lamentablemente, la dimensión formativa se reduce a la transmisión de conocimientos más que a la generación de una actitud crítica ante los desajustes de la realidad.

De cara a esta situación las universidades tienen la obligación de participar en los...

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