Opinión Invitada / Mario Arroyo: Defender la Navidad

AutorOpinión Invitada

Cada año, en torno a las celebraciones navideñas, no faltan publicaciones que, de alguna manera, queriéndolo o no, aguan la fiesta. Me refiero a todas aquellas consideraciones que, con cierto aire de intelectualidad, denuncian que, en realidad, Jesucristo no nació un 25 de diciembre. Las más audaces siembran la sombra de la duda sobre la realidad de su existencia. Justifican así el hecho de que la celebración sea cada vez menos religiosa, al confinar el hecho del nacimiento de Cristo al ámbito del mito, los buenos sentimientos o el folclor. En realidad, sólo sería un pretexto para celebrar, con el mismo incierto fundamento para creyentes y no creyentes.

Sin embargo, de forma insidiosa, se confunden dos realidades diferentes extrayéndose, además, consecuencias desproporcionadas de las mismas. En primer lugar, es verdad que el 25 de diciembre no puede señalarse con absoluta certeza como el día del nacimiento de Jesús. Tampoco puede, sin embargo, descartarse con total seguridad como una fecha inventada. Hay motivos que invitan a pensar que, si no fue en ese día, habría sido en una fecha cercana. En cualquier caso, sea o no la fecha exacta, cercana o arbitraria, lo que celebramos es el hecho del nacimiento de Jesucristo, pues algún día tuvo que nacer. Es decir, de lo que no cabe duda razonable es de que nació y, por lo tanto, existió.

Por eso, cuando la incertidumbre sobre la fecha de su nacimiento se confunde con la de su existencia, se induce una abusiva confusión, se provoca un engaño. Lo primero puede ser cierto, mientras que lo segundo no se sostiene razonablemente en pie. Alguien puede albergar dudas razonables sobre si en verdad Jesucristo es Dios y no solamente un hombre, pero la duda no es igualmente razonable si se refiere a la existencia de Jesús de Nazaret. Alguien puede, sin que merezca reproche alguno por ello, dudar de su concepción virginal o de su resurrección. En efecto, para aceptar estas realidades sobrenaturales se precisa la fe. Para aceptar la existencia de Jesucristo basta la razón basada en la abundante evidencia histórica con que contamos.

La bibliografía al respecto es abundante. Algunos podrían objetar que, por ser fuentes religiosas, no serían fiables. A ello también podríamos responder, ¿por qué están tan seguros?, ¿no será más bien un prejuicio poco racional o injustificado sostener que religioso equivale a no confiable? Quizá eso es lo primero que habría que demostrar o, como en tantas cosas, ver caso por caso...

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