Opinión Invitada / Rosa Chávez Cárdenas: La cultura permisiva

AutorOpinión Invitada

Escucho con frecuencia comentarios en los que afirman que la descomposición social que sufrimos se debe a que retiraron la clase de civismo del programa de estudios en las escuelas. La respuesta es muy simple para un problema tan complejo. Las asignaturas básicas en el sistema escolar se dividen en tres bloques: las troncales, las específicas y las de libre configuración: ciencias sociales, ciencias naturales, lengua castellana, literatura, matemáticas y lengua extranjera. El civismo no desapareció, pasó a ser parte de las ciencias sociales.

Es un hecho, en las escuelas batallan con la rebeldía y la falta de atención de los alumnos, pero los programas de estudios no abandonaron la tarea que les toca: cultivar los valores cívicos, ampliar la conciencia del respeto y transmitir los modelos para construir una sociedad mejor.

Otro mito es que nadie nos enseña a ser padres. Por supuesto que tenemos buenos maestros, aprendemos con la observación a ser padres, en los modelos de crianza que utilizan en cada familia, en la comunidad donde crecemos, además, abona el terreno los valores y creencias de la religión que practican en la familia.

No todo lo aprendido es adecuado, el problema radica en reaprender otras formas más acordes a los tiempos actuales, respetando las diferencias. El modelo autoritario de absoluto respeto y obediencia de la generación anterior a los setenta funcionó por muchos años. Vinieron los noventa y quedaron marcados por la caída de los regímenes totalitarios, cambiamos al posmodernismo y resurgió la psicología y el desarrollo humano. Pasamos del autoritarismo a la permisividad.

En el modelo permisivo impera el hedonismo, el consumismo y la cultura desechable, esos pilares del materialismo en el que estamos inmersos. En la cultura permisiva aprendimos que la felicidad tiene un precio, se busca fuera del interior. En el consumismo, para llenar el vacío existencial se viven sensaciones sofisticadas. Poseer bienes es la meta, este modelo genera competencia, esfuerzo, el objetivo es ganar, ganar. La generación anterior aprendió a tolerar la frustración, la presente tiene que aprender a ser resiliente, es intolerante al dolor, evaden el dolor emocional y físico.

El duelo de un divorcio, por ejemplo, lo resuelven con otra relación, alcohol o gastando en exceso. El que sufre depresión busca entre sus pares satisfactores inmediatos, la puerta falsa y se atrapa en adicciones. La...

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