Alto Orinoco, Venezuela: Al encuentro de los yanomami

AutorOscar Alvarez

¿Acepta la invitación a remontar un río durante varias jornadas para visitar una tribu que vive en el corazón de la selva? No lo piense dos veces y atrévase: en el amazonas venezolano el 'turismo de aventura' no es una etiqueta sino una realidad

I

La historia de un loco carismático y la oportunidad de conocer al más fascinante de los grupos étnicos de la Amazonia son dos buenas razones para llegar a Puerto Ayacucho. La ciudad da la bienvenida con un abrazo de fuego, una humedad del 96 por ciento y el olor acre, a veces dulzón, de la selva. Bajo la canícula inclemente del mediodía la capital del Territorio Federal del Amazonas venezolano lucha entre bostezos por mantener el ritmo. Pero la primera impresión engaña: a orillas del Orinoco el tráfago es mayor, los vehículos todo-terreno y las pick up vienen y van de las tiendas a los almacenes del puerto fluvial.

Buscando las sombras de los soportales de madera pasea un abanico de rostros representantes de casi todas las razas humanas: hay indígenas apenas cubiertos por un taparrabo, llegados en cayuco desde su poblado para hacer compras; mulatos y negros bullangueros de la costa caribe; campesinos mestizos arrastrados por el aluvión de la pobreza; europeos oriundos ayer de pueblos minúsculos y hoy prósperos ciudadanos recién nacionalizados; clanes enteros de comerciantes sirio-libaneses; prestamistas judíos, silenciosos chinos amos de todos los restaurantes...

Es el abigarrado cosmopolitismo de una ciudad que nació apenas en 1924, campamento minero convertido en polo de desarrollo, umbral del territorio amazónico y sus riquezas. Puerto Ayacucho posee una atmósfera saturada por la humedad y el ambiente novelesco que concitan tantos aventureros y buscadores de fortuna juntos. Es una población que crece y se corrompe con rapidez, con la misma cadencia vertiginosa que tiene la vida en la selva que la rodea.

II

De puro curioso y por la necesidad de un lugar más sereno subí a la panga que cruza el ancho cauce del río hasta Casuarito, pequeño puerto de la otra orilla, ya en Colombia. Una palapa-bar entre la iglesia y el burdel del pueblo y sobre un balcón dominando el Orinoco que la brisa favorece, es un buen lugar para repasar cierto capítulo de la historia de los descubrimientos europeos en América: la infortunada expedición a El Dorado de Don Pedro de Ursúa y el insurrecto Lope de Aguirre. Aquella aventura comenzó en las selvas peruanas, por afluentes que desembocarían al Amazonas y, en realidad...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR