Pablo Arredondo Ramírez/ Apantallados

AutorPablo Arredondo Ramírez

Sin la alharaca publicitaria de hace un año, finalmente se cerró la puerta del Siglo 20 sin que por ello se dejaran en el olvido los recuentos de la "vieja" centuria. Plagado de violencia y de sorpresivos desarrollos, el siglo que se fue deja una huella que sólo los historiadores -con la frialdad requerida- podrán evaluar en el futuro. De momento, sin embargo, se vale lanzar conjeturas sobre los cambios y los protagonistas de ese fenecido periodo. El pasado fue un siglo de profundos avances científicos y tecnológicos cuyo impacto en la organización social es incuestionable. Desarrollos que han ido moldeando la forma en que nos relacionamos y trabajamos, nos divertimos, alimentamos, reproducimos, curamos y hasta la manera en cómo nos despedimos de este mundo.

La ciencia y sus consecuencias tecnológicas marcaron al Siglo 20 como el siglo de la energía atómica, de la aeronáutica espacial, de las telecomunicaciones, la ingeniería genética, la biotecnología y la computación. Descubrimientos y desarrollos que pueden pensarse incipientes respecto a lo que depara el futuro en esas mismas áreas. Y, no obstante, lo suficientemente consolidados como para saber que en los registros de la historia estarán ligados al Siglo 20. Contamos con manifestaciones científicas y tecnológicas que apenas hace 100 años pertenecían al reino de la ficción y ahora son realidades en marcha. Un habitante del mundo, en 1901, no hubiera imaginado ni remotamente que la comunicación por satélite sería una posibilidad cotidiana, o que la destrucción de millones de vidas pudiera generarse en cuestión de minutos con armamentos atómicos, o que los borregos de sus establos pudieran reproducirse -con idénticas características- en un laboratorio. La fantasía se convirtió en realidad y en ocasiones ésta sobrepasó el límite de la ficción.

Pero de entre las innumerables expresiones del desarrollo tecnológico que observamos en el ahora siglo pasado, hay una que parecería penetrar de manera creciente la vida cotidiana de la sociedad contemporánea. Se trata de una protagonista -desconocida hace 100 años- que ahora aparece aquí y allá, se multiplica casi a la par de la velocidad de nuestra demografía y roba la permanente atención de infantes y de adultos. ¿De quién hablamos? Se trata, ni más ni menos que de la pantalla.

Asumiendo una multiplicidad de formas, la pantalla goza del don de la ubicuidad, está en todas partes: relojes, teléfonos, televisores, monitores de computadora, radares y...

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