Pablo Arredondo/ Bush y el transporte público tapatío

AutorPablo Arredondo

Prepotente y autista, son las palabras que mejor describen la actitud de la mayor potencia mundial, Estados Unidos, frente al fenómeno del calentamiento de la Tierra. Apenas la pasada semana, mientras en las calles de Génova se barrían los alborotos de los "globalifóbicos" y en las de Berlín se respiraban los eróticos residuos de la Love Parade, en Bonn, Alemania, se jugaba la suerte de un acuerdo internacional que el Gobierno estadounidense se negó a ratificar: el Protocolo de Kioto signado por 180 países en 1997. Un acuerdo encaminado a frenar y reducir la tendencia global de sobrecalentamiento. Finalmente, tras varios días de complicadas negociaciones, 178 países, al margen de Estados Unidos, decidieron comprometerse en Bonn con el acuerdo original que establece la obligación de reducir las emisiones de gases que producen el efecto invernadero.

Cosa de científicos, se dirá, y tienen razón. Eso del sobrecalentamiento en la atmósfera lo entendemos los habitantes de esta latitud cuando entre abril y junio, antes de la llegada de los chubascos veraniegos, nos derretimos literalmente. Cuando nos sorprende escuchar el récord al que están llegando nuestras temperaturas, con sus treinta y pico grados a la sombra (como si estuviéramos en Mexicali o en Hermosillo), y los métodos para refrescar la bochornosa situación se tornan insuficientes. Cuando se recuerda, con la añoranza de doña Dolores o de doña Licha, que los tapatíos y los zapopanos de antaño solían mitigar las ondas cálidas con una siesta vespertina en las frescas losetas de sus amplias habitaciones.

Ahora, sólo el artificial camino de los aires emanados mecánicamente parece ser suficiente para enfriar el ambiente al interior de las paredes. Pero a final de cuentas, se trata de un método insuficiente para contrarrestar el verdadero problema al que, de manera creciente, estamos expuestos: el llamado efecto invernadero. Un fenómeno relativamente sencillo de entender y bastante complejo de resolver. Nada menos que la aprehensión en la atmósfera de toda la porquería gasificada que producimos día tras día los seres humanos, sumada al exterminio de los factores que tienden a equilibrar el clima (como son los bosques y las selvas), que arroja por consecuencia el calentamiento extremo del entorno.

Todo indica que de seguir el camino actual, el sobrecalentamiento terminará afectando seriamente (como en todo ecosistema) a otros elementos del medio ambiente: por ejemplo, el nivel de las aguas en...

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