La pachorra en el recreo

AutorAlina Midori Hernández y Sonia Escoto

Desde la calle se oye el barullo de los niños de la Primaria Manuel M. Diéguez, en el Centro de Guadalajara.

A las 10:40 suena el timbre y 600 niños salen en tropel a la caza de salchitacos, frituras, fruta, arroz con leche, lonches, paquetes de galletitas... y galletotas.

Las niñas se sientan con otras para platicar y comer. El chisme mañanero es amenizado por sus loncheras y muñecas.

Sentados en las bancas, a la orilla de los pasillos, los niños también se las ingenian para entretenerse. Y hasta organizan una "cascarita" en miniatura: el balón es una bolita del papel aluminio en el que venía envuelto un lonche, y los dedos son los "pies" de los jugadores. Los postes de las porterías son envases de refresco, y en la "banca" esperan un sandwich y un vaso de sopa instantánea.

Por ser una escuela con alumnado al tope, para evitar algún accidente en la Manuel M. Diéguez no tienen permitido correr en el recreo. Sólo caminar.

Con un videojuego portátil en mano, un niño deambula por el patio sin desviar la mirada, atento únicamente a la pantalla, ejercitando la fuerza en sus pulgares y esquivando a los demás.

A las 11:25 suena el timbre otra vez. Todos los grupos formaron filas, toman distancia y dan media vuelta por tiempos. Muchos aprovechan los últimos minutos para terminarse su paleta o limpiar la envoltura de las papas fritas chupándose los dedos.

Estas escenas cotidianas reflejan algunas costumbres de los alumnos de educación básica hoy en día: actividad limitada -acaso en la clase de educación física, que suele ser una vez por semana- y alimentación sin supervisión, incluida la ingesta de productos de bajo valor nutricional.

Ante ello, la Cámara de Diputados aprobó reformas a la Ley General...

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