Paloma Ramírez / El arte de borrar

AutorPaloma Ramírez

"Bocas abiertas al sol, ellos duermen. Niño y niña, frentes perladas con sudor, cachetes rojos y salpicados de blanco por la saliva seca. Ocupan todo el espacio de la parte trasera del coche, desparramados. Ofrenda de extremidades, pesada y plácida", así inicia la última novela de Valeria Luiselli, escrita en inglés y cuyo título se traduciría como "El archivo de los niños perdidos" (Lost Children Archive, Ed. Knopf, 2019). Un texto más bien largo en comparación con los que Luiselli nos tiene acostumbrados. Casi cuatrocientas páginas que no pensé terminar a tiempo para comentarlas en esta columna. Al final, el mérito no ha sido mío sino de la escritura ágil, inteligente, intimista, profunda (pero alejada de lo pretencioso) de la autora mexicana.

En la novela, aborda el tema de los niños migrantes, aunque de manera muy diferente a como lo hizo en su libro anterior, que era un ensayo con datos puntuales y crudos sobre los menores que tratan de cruzar solos la frontera para adentrarse en territorio estadounidense. En "El archivo de los niños perdidos" el tema aparece por primera vez de manera tangencial, cuando la protagonista conoce a una mujer oaxaqueña cuyas hijas, menores de edad, han sido detenidas por la patrulla fronteriza y se encuentran recluidas en un centro de detención a la espera de que se resuelva su situación migratoria. Poco a poco la problemática migrante se irá permeando por todos los resquicios de la historia hasta sumergirla, por completo, en ella.

Madre, padre, hijo e hija inician una travesía que los llevará desde Nueva York hasta Arizona. Él es documentalista de sonidos. Suele cargar con un equipo sofisticado que incluye un micrófono potente que sirve para captar todo tipo de ruidos, susurros, rumores, silbidos... Registra el rechinar de llantas, los gritos con los que los niños llenan sus juegos en los parques, pero también otros más sutiles como el aletear de las aves o el sonido que emiten las moscas cuando frotan entre sí las patas.

De hecho, el motivo del viaje (y cambio de residencia de la familia) es porque el padre, "pa" como le llaman los niños, pretende recuperar los sonidos del...

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