Paloma Ramírez / Estupefacción

AutorPaloma Ramírez

Siempre había disfrutado viajar por carretera. Quizá porque desde niña aprendí que tras repasar las canciones, los juegos de palabras y las adivinanzas del repertorio familiar, no quedaba más que contemplar el paisaje. En aquel entonces, mucho del panorama carretero estaba conformado por naturaleza, por árboles que se apretujaban unos contra otros y no dejaban entrever lo que había más atrás, por cerros que variaban de color dependiendo de la vegetación que los revestía y por campos de siembra y pastizales en los que se distinguían vacas como las que hoy sólo se encuentran en comerciales de televisión, consagradas a mascar la hierba y a espantarse las moscas con la cola. Luego estaban los letreros que advertían que todavía faltaba para llegar al destino y, también, los pequeños asentamientos y las franjas de población que ya comenzaban a cercar las ciudades. Nadie contemplaba los novedosos libramientos. Todo viajero que quería visitar un poco más hacia el sur o hacia el oriente, por fuerza, tenía que cruzar por la Ciudad de México y, de paso, disfrutar de las emanaciones de sus vertederos.

De mi último viaje en carretera, me queda claro que los trayectos en coche han evolucionado. Se han vuelto más cortos, pues ya no se tiene que atravesar por el centro de una ciudad o serpentear entre cerros y acantilados. Quizá por lo mismo, las mamás de ahora han dejado de cargar con pastillas de Dramamine, para lidiar con los hijos vomitones, o con canastas repletas de comida, para atolondrar el hambre del camino. También, cada pocos kilómetros, han brotado estaciones de servicio en las que se pueden comprar viandas (entiéndase comida chatarra), liberar la vejiga o cargar combustible (siempre y cuando el precio no esté a punto de dispararse y la pipa de Pemex haya surtido lo suficiente).

También han aumento las opciones para realizar un trayecto. De un lugar a otro, es posible llegar por la carretera de la derecha, de la izquierda o la que pasa por arriba y por en medio de todo. En esta maraña vial, no es necesario hacer caso del señalamiento...

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