Paloma Ramírez / De nuevo, lluvias atípicas

AutorPaloma Ramírez

La hidrofobia, que los habitantes de la Ciudad experimentamos en época de temporal, se ha vuelto un fenómeno común. A veces bastan algunos truenos en la lejanía para que decidamos emprender la huida en busca de resguardo. No vaya a ser que las aguas nos agarren a medio camino, sin mayor protección que la de un vehículo que podría quedarse varado.

Son muchas las ocasiones en que hemos visto cómo el agua que cae del cielo se mezcla con la que sale de las alcantarillas. Las calles se inundan, sin importar de qué lado de la Calzada nos encontremos. No hay colectores o vasos reguladores que den abasto. Los sectores proclives a quedar por debajo de las aguas negras son, cada vez, más numerosos. En el imaginario colectivo, vemos claramente cómo nuestra casa es una de las que se inundan, dependiendo del fatalismo personal, uno o dos metros por debajo del agua. En época de temporal, vivimos en zozobra: alguna desgracia dejará la furia que azota desde las alturas.

Año con año, las pérdidas materiales y de vidas humanas aumentan. Coches inservibles a causa de un motor enfangado, muebles sobre la banqueta y a la espera del camión de la basura, enfermedades en los más jóvenes. La muerte para algunos...

Entre las explicaciones de las autoridades, siempre rigurosas y comprensibles, hay una que nunca falta: lluvias atípicas. Por supuesto que los datos duros e históricos, así como los estudios serios apuntan hacia otro lado. Por estos lares siempre ha llovido de manera intensa, desigual, por periodos prolongados o de súbito y, luego, nada.

Tras los desastres urbanos, las autoridades también echan mano de otras explicaciones simplistas. Somos los ciudadanos cochinos, estúpidos e incivilizados, los que tiramos basura en las calles que taponea el sistema de drenaje, los responsables de nuestras desgracias. Ellos limpian, desazolvan, implementan sistemas de bombeo para bajar la presión y el nivel del agua. Nosotros los que echamos su trabajo y la basura por la alcantarilla.

Guadalajara ha dejado de ser la ciudad en el llano para convertirse en la que se asoma en la laguna. Esto no es algo que se explique por fenómenos naturales o por los desechos que llegan a los drenajes. Es un tema harto complejo y que...

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