Parte un místico

AutorRebeca Pérez

La luz, el manejo del color y la forma, la maestría en la utilización de pigmentos acuosos, su espiritualidad e introspección fueron parte de una inimitable firma que se extinguió: el pintor Alfonso de Lara Gallardo falleció la madrugada de ayer.

Desde hace 15 años, el artista tapatío vivía en el asilo de la Casa del Adulto Mayor. Dejó de hablar hace tiempo y luego de varios derrames cerebrales, su salud se demeritó, hasta que se apagó a las 3:54 horas del domingo.

Pero sus amigos y discípulos no dejarán de recordar sus enseñanzas.

"El maestro era una persona muy mística, alguna vez platicó que dudaba si dedicarse al sacerdocio o a la pintura, aunque finalmente escogió la pintura porque consideró que así también podía servir a Dios por medio del arte", recuerda el curador e investigador Javier Ramírez.

De Lara Gallardo fue calificado como el último pintor religioso del Estado. Sus creaciones, marcadas por la fe y los colores fríos, decoran templos como el de San Bernardo, El Calvario y el Expiatorio, pero su trabajo fue más allá de la temática sacra. Comenzó a dibujar desde muy pequeño, fue ilustrador en un medio local y su trayectoria formal en el mundo de la pintura se inició hace 60 años.

"Se trata del creador de arte contemporáneo que más veces reprodujo, a través de los pigmentos y los trazos, los misterios de la fe católica; forma parte de una generación de artistas que, al margen del nacionalismo, se sirvió de su genio creador para enaltecer sus principios religiosos y su fe", resalta el presbítero e historiador Tomás de Híjar.

Además de centrarse en el arte sacro, el pintor tapatío tenía predilección por capturar diversas vistas de La Barranca de Huentitán, donde tenía su estudio y le interesaba mucho esa faceta como maestro, compartir su conocimiento con sus alumnos, recalca el pintor Jorge Monroy, uno de sus discípulos más cercanos.

"No pasa un día en que no recordamos las enseñanzas de don Alfonso, son innumerables, pero creo que una de las más grandes es reconocer con humildad que todos los días hay que aprender cosas nuevas y nunca sentir que ya lo sabes todo; hay que enfrentarse al cuadro con humildad, dar todo lo más que se pueda y siempre ver las cosas con ojos nuevos", resalta Monroy.

Este discípulo le ayudó a De Lara Gallardo a completar varias obras, como el mural del Templo de San Bernardo, su obra más amplia.

También era un gran retratista, dibujante e ilustrador, recuerda Ramírez, coautor del libro Alfonso de Lara...

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