Pasion y muerte de un mito

AutorRogelio Villarreal

Adolfo Hitler encomendó a Ferdinand Porsche la creación de un automóvil familiar para que los alemanes recorrieran las flamantes autopistas de la nueva Alemania nazi, el imperio del superhombre ario que habría de durar mil años.

El pequeño carro debería reunir las características siguientes: capacidad para dos adultos y tres niños o bien, transportar tres soldados y una ametralladora; correr a 100 kilómetros por hora, rendir 1.7 litros por kilómetro, un motor confiable y enfriado por aire, y costar menos de mil marcos.

La guerra obligó a Hitler a producir vehículos militares en las plantas de la BMW, Mercedes Benz y Volkswagen -donde trabajaron como esclavos miles de eslavos, judíos y gitanos sin recibir nada más que azotes y humillaciones y, en numerosos casos, la muerte.

El anhelo hitleriano de que cada familia germana fuera dueña de su propio auto fue truncado por la invasión a Polonia en 1939. Más de 300 mil trabajadores ya se habían comprometido a pagar, mediante cupones y con grandes esfuerzos, los 500 marcos que costaba el resistente vehículo, el cual, por cierto, llevaba el nombre de KdF-wagen: Kraft durch Freude, que significa "A la fuerza a través de la alegría".

Sin embargo, el delirio hitleriano siguió cauces inesperados. El führer jamás imaginó que el compacto se produciría en masa y que sería el modo de transporte favorito de millones de trabajadores estadounidenses, mexicanos y brasileños. Al término de la guerra, los ingleses se hicieron cargo de las instalaciones de la VW y reiniciaron la producción de autos, que volvió a manos de la República Federal Alemana al cabo de unos años. El automóvil se produjo con pocas variantes durante siete décadas en Alemania, Estados Unidos, México y Brasil (a cuya planta, fundada en 1953 en Sao Paulo, llegaron exiliados nazis camuflados como ingenieros).

En los años sesenta, millones de estadounidenses -aventureros y estudiantes postbeatniks- cruzaron el país de costa a costa en esos ahorrativos vehículos, que se convirtieron en el símbolo de la libertad y el movimiento, y en un icono de la cultura pop.

En México, la planta de Puebla se inauguró en 1968 y, aunque ésta seguirá produciendo automóviles, ha dejado de fabricar el clásico Beetle (escarabajo) o Vochito, como le llama el usuario mexicano.

Los artistas viajan en VW

Pese a su popularidad, el Volkswagen ha tenido poca presencia en el mundo del arte. En 1978, un vehículo de éstos fue la estrella de una película en Estados Unidos...

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