A un paso de la ejecución (II)

AutorMaría Luisa Medellín

Enviada

Livingston, Texas.- Desde su reducida celda, José Ernesto Medellín Rojas teclea de dos a tres cartas diarias en una máquina de escribir que por años ha sido su contacto más tangible con el mundo exterior, al igual que un radio en el que escucha corridos y noticias en inglés y español.

Así sobrelleva los días vacíos del pabellón de la muerte, en la Unidad Allan B. Polunsky, un centro penitenciario de máxima seguridad en esta población, donde habitan 382 condenados a la pena capital, 14 de ellos mexicanos, entre los que él se encuentra.

En los días previos a que ayer la jueza Caprice Cosper fijara el 5 de agosto como la fecha de su ejecución, Medellín lucía sereno, aunque presentía que en cualquier momento le darían una noticia así.

"Esta vez sí espero una fecha (de ejecución)", dice sin renunciar a la esperanza de que tarde o temprano los Estados Unidos y el Gobierno de Texas revisen su caso y su condena.

Casi la mitad de la vida de José Ernesto ha transcurrido tras las rejas.

Tiene 33 años, es originario de Nuevo Laredo y a los 18 fue detenido en Houston por violar y estrangular a Jennifer Ertman, de 14 años, y Elizabeth Peña, de 16.

La noche del 24 de junio de 1993, las dos adolescentes caminaban cerca del Jester Park, en Houston, de regreso a casa, cuando el mexicano y cinco miembros de su pandilla Black and White las atacaron brutalmente.

Los pandilleros habían bebido y celebrado el rito de iniciación de un nuevo miembro, quien tuvo que pelear con cada integrante de la banda para ser aceptado.

En las declaraciones consta que atacaron a las chicas y, tras una hora de violaciones tumultuarias, las golpearon y patearon hasta quebrarle a una de ellas las costillas.

Luego, las estrangularon. Primero utilizaron un cinto y, como éste se rompió, usaron sus agujetas.

Al final, abandonaron los cuerpos entre los matorrales.

Los policías que investigaron el caso declararon que éste fue uno de los crímenes más salvajes que habían visto.

Días después, cuando aprehendieron a José Ernesto, llevaba el reloj de una de las adolescentes.

Más tarde lo enviaron a la prisión de Huntsville y, al año siguiente, en 1994, lo sentenciaron a muerte.

Llegaría a la Unidad Polunsky cinco años después, cuando las autoridades penitenciarias ordenaron el traslado de los condenados tras la fuga de un reo.

A través del auricular instalado al costado de una de las cabinas metálicas que separan al preso del visitante con un grueso cristal, Medellín dice ahora que no se quiere dar por vencido.

"No le quiero dar la satisfacción al Estado de Texas de que me mire quebrado o que me mire que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR