Pesan a Japón pensiones

AutorÁngel Villarino

Corresponsal

BEIJING.- El lunes, el Ministro de Finanzas de Japón, Taro Aso, dejó boquiabiertos a sus interlocutores cuando dijo en un foro económico que los ancianos deberían darse prisa en morir.

Aso, quien tiene 72 años, aseguró que muchos se ven obligados a vivir cuando en realidad quieren morir y criticó los tratamientos que prolongan la vida de ancianos sentenciados.

"Yo me despertaría sintiéndome mal si sé que el tratamiento está pagado por el Gobierno", remató.

La brusquedad de sus palabras le obligó a rectificar y a matizar al día siguiente, pero la población japonesa sabe que sus palabras esconden un fondo de razón.

Y es que el país del Sol Naciente tiene un problema demográfico muy serio al haberse convertido en el que tiene la población más vieja del mundo.

La alta esperanza de vida, unida a la baja tasa de natalidad, han invertido la pirámide poblacional en la última década y alrededor de 30 por ciento de los japoneses tienen más de 60 años, lo que ha obligado a elevar los gastos en pensiones y sanidad pública.

El país afronta crecientes problemas para costearse los servicios sociales, siendo su deuda pública una de las más elevadas del planeta.

El año pasado alcanzó el 240 por ciento de su PIB, más del doble que países europeos acorralados en los últimos meses por el déficit, tales como España o Italia.

La diferencia es que en Japón, al revés que en estos países, casi toda la deuda está en manos de inversores nacionales, sobre todo bancos, por lo que no hay tanta presión de los mercados extranjeros.

En todo caso, el envejecimiento de la población nipona se refleja en todos los aspectos de la sociedad.

Así, por ejemplo, en pocos países se encuentra tanta gente mayor realizando trabajos manuales.

En ciudades como Tokio y Osaka es común ver azafatas, limpiadoras, botones, meseros o conductores de edades muy avanzadas.

En los últimos años Japón ha tenido incluso que transformar sus cárceles, adaptándolas a la edad media de sus presos...

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