Pico se va por ir

AutorEnrique Vila Matas

Atardeceres morosos, muy lentos, de las Azores. Ensangrentados crepúsculos magníficos. Los mejores yo los he visto sentado en la terraza de un cuarto del Hostal de Santa Cruz en la isla de Faial, con la misteriosa isla de Pico enfrente.

La isla de Pico es un cono volcánico que sobresale de repente del océano, no es más que una elevada y abrupta montaña posada sobre el mar. Tiene tan sólo tres pequeñas poblaciones costeras al pie del volcán: Madalena, Sao Roque y Lajes, donde hay un pequeño museo de ballenas. Es una isla muy rara, muy inquietante, basta con mirarla desde Faial para entenderlo, basta con contemplar furtivamente la silueta borrosa de su volcán. Pero aún resulta mucho más rara si uno -como hice yo en febrero de este año- la visita en invierno, se acerca a verla de cerca, aquello impone respeto, es como tocar en el portón del tiempo perdido.

En la isla de Faial está el Café Sport, considerado por la revista Neewsweek "uno de los 10 mejores bares del mundo", lo cual está pronto dicho y, además, no deja de ser chocante, pues ese bar está en una isla perdida en la que apenas hay 15 mil habitantes, una isla medio despoblada desde que en los años 60 la población emigró a los Estados Unidos.

Que ahí esté uno de los mejores bares del mundo es muy llamativo. Pero lo cierto es que lo es, el Café Sport es un bar extraordinario, tal vez porque -como explica Antonio Tabucchi en "Dama de Porto Pim"- es un local que es algo intermedio entre una taberna, un lugar de encuentro, una agencia de información y una oficina postal: van allí los antiguos balleneros, pero también la gente de los barcos que hacen la travesía atlántica u otros recorridos más largos.

En los años de la Segunda Guerra Mundial, el bar fue un nido de espías de ambos bandos, la copia real del café de la película Casablanca. Siempre ha sido un punto de encuentro importante, no hay otro en miles de millas a la redonda. Como los navegantes saben que Faial sigue siendo -cincuenta años después de la guerra- un punto de encrucijada, un punto de apoyo obligatorio por el que todo el mundo pasa, el Café Sport es el destinatario de mensajes precarios y azarosos que de otra forma no tendrían otra dirección.

Del tablón de madera del bar cuelgan notas, telegramas, cartas de amor, mensajes de náufragos de la vida. A ese tablón de madera le convertí yo en protagonista de un texto, "Recuerdos Inventados", mucho antes de que me decidiera a viajar a las Azores. En realidad, nunca pensé que iría...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR